LA DEUDA Y MOODY´S
LA DEUDA Y MOODY´S
Editorial La Tribuna
Y pensar que gracias a las gestiones gubernamentales después de aquel devastador huracán que desintegró la geografía nacional, conseguimos el perdón de la deuda. Los recursos de la condonación que fueron habilitados a los gobiernos que sucedieron, tenían como propósito utilizarse en programas sociales de reducción de la pobreza. Desgraciadamente fueron ocupados para cubrir otros menesteres del gasto público. Aunque el país desaprovechó la oportunidad de utilizar esos dineros para la inversión social, el solo perdón de la impagable deuda que pesaba sobre sus espaldas fue bendición caída del cielo para los gobiernos beneficiados. De allá para acá, el país con sus jaranas eliminadas, comenzando otra vez de cero, ha venido endeudándose nuevamente. Han sido esos recursos frescos que el país recibe como préstamos de la banca internacional, lo que ha dado una apariencia de estabilidad a la economía. Compensan por el alto déficit en balanza de pagos y, junto al millonario ingreso de remesas familiares, mantienen la relativa estabilidad del lempira.
(La devaluación, por instrucciones de las aves agoreras solo sirve para abaratar los precios a los consumidores de afuera que compran nuestros productos de exportación, en detrimento del consumidor nacional que paga más caro –medicinas, alimentos, materias primas, gasolina, esencialidades– por todo lo importado). Sin embargo no hay quien haga entrar en razón a la autoridad monetaria del país para que desista de empujar al “indito” Lempira, al borde del peñón, a tiro de los arcabuceros del FMI. Pedir prestado no es malo. Es la forma cómo se gasta y en qué se invierte el dinero lo que hace la diferencia. Además de lo injusto de comprometer el futuro de las próximas generaciones. Lo que se gasta en el presente, recurriendo a los préstamos, tiene que pagarse tarde o temprano. Al país no le vuelven a perdonar su deuda, menos sabiendo que los gobiernos que recibieron los recursos los destinaron para otros menesteres. O sea, la deuda externa son factura que le quedan a nuestros hijos y nietos. La viveza de salir de apuros de hoy pasando la factura a los que vienen, ha sido costumbre inveterada en todos los períodos. Cierto que la crisis económica gestada en tiempos del conflicto político que desguabiló el país fue de tales dimensiones que lo dejó gravemente comprometido. Sin esos recursos, de los préstamos, toda estabilidad se desmoronaría. Sin embargo como la memoria es corta, pasó al olvido la responsabilidad de las erráticas administraciones involucradas, como el daño inferido al país.
Solo para que el amable lector tenga una idea del nivel de endeudamiento al que ha llegado el país: “La deuda externa de Honduras se ubicó en 5,924.8 millones de dólares en el primer bimestre del 2016, lo que supone el 28,9% del Producto Interno Bruto (PIB)”. “El saldo de la deuda externa creció un 7,5% (416 millones de dólares) en los primeros dos meses de este año, con relación al mismo período del 2015, cuando sumó 5,508.8 millones, según un informe del Banco Central de Honduras. Ahora vean lo que le cuesta al país pedir prestado después que la comunidad internacional perdonó toda la deuda que el país tenía: “El servicio de la deuda externa en los primeros dos meses de este año alcanzó los 29,6 millones de dólares, de los cuales 13 millones fueron para el pago de intereses y comisiones y 16,6 millones al capital”. El otro animal es la deuda interna. Esta, en el mismo período, ascendió a 1,530 millones de dólares”. Son cifras que dan escalofrío, pero como aquí el amable público pasa entretenido con los escándalos o divagado en frivolidades, a nadie inmutan. Menos ahora que los “Moody´s” acaban de certificar una mejoría en la calificación de riesgo al país, “con tendencia estable la calificación de la deuda soberana”. Aseguran que eso genera confianza en la inversión nacional y extranjera.
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