Por unos dólares más

Por unos dólares más


 
Algunos de nuestros flamantes alcaldes hicieron lo inconcebible... reconocieron públicamente el precio de su honradez.

En medio de quién sabe qué clase de elucubraciones decidieron que podían ser honrados y librarse de las tentaciones si al final de cada año recibían un bono de cien mil lempiras. Ese es el precio establecido por ellos mismos, en eso tasaron su honradez. Recibiendo esa cantidad -aseguraron los portavoces del grupo que puso ese precio- podrían garantizar que su gestión sería honrada.

Para muchos en Honduras cien mil lempiras (4,430.66 dólares al cambio actual) es una cantidad enorme, quizá para otros no es nada. Hay personas que en su vida jamás tendrán cien mil lempiras, así como otros tienen muchas veces eso y aún quieren más.

Cien mil lempiras al año es el precio que, consideraron algunos, garantizaría la honradez de los alcaldes. ¿De dónde saldría ese dinero? La verdad no les importó mucho pero, si somos sinceros, es obvio que tendría que venir de los fondos municipales, ¿de dónde si no? Pero ese no es el punto, yo digo que ningún bono garantiza la honradez de nadie. Cien mil lempiras... y ¿qué tal si se les intenta comprar con unos dólares más?

¿Resistiría uno de esos alcaldes con tarifa de cien mil lempiras una oferta de... digamos quinientos mil?

Recientemente en Honduras se ha comprobado que personas famosas y de grandes fortunas también han tenido un precio para su honor; desde luego no cien mil pinches lempiras.

Quién sabe cuántos más hay por ahí en las páginas sociales y en los altos círculos cuyo precio es mayor, millones de dólares quizá, pero precio al fin. No es cierto que en arca abierta el honrado peca. Si alguien es honrado no hay fortuna que pueda tentarlo y, si no lo es, se le encontrará su precio tarde o temprano.

Hace algunos años circuló el siguiente chiste: un multimillonario se acercó a una muchacha aparentemente muy seria y le ofreció un millón de dólares por ir a la cama con él. Ella aceptó de inmediato. Después de pasar la noche juntos llegó la hora del pago, el hombre sacó de su billetera y puso en sus manos mil dólares. La mujer sorprendida y disgustada le dijo: “Usted me está tomando por una prostituta barata”. El hombre, con una sonrisa burlona en los labios, le contestó: “Lo de su condición de prostituta ya lo establecimos cuando aceptó el millón, lo que está ahora en discusión es la cantidad por la cual se vende”.

Establecer el precio de la honradez de un alcalde en cien mil lempiras no solo es un insulto para todos los alcaldes que no estuvieron de acuerdo con la idea, lo es también para todos los hondureños.

Estoy seguro y he conocido personas para las cuales ninguna cantidad sería tentación -ni cien mil ni cien millones- así como hay muchos para los cuales lo que está en discusión es la cantidad por la cual se venderían.

Debo ser sincero, no soy un santo, no sé cuál es mi precio o si lo tengo, hasta el momento ninguna cantidad ha sido lo suficientemente alta como para saberlo, pero también puedo decir que nunca he ocupado un cargo -público o en el sector privado- por el cual alguien hubiera podido ofrecerme algún soborno.

Hasta que llegue el día o la cantidad adecuada no lo sabré. Espero conocerme lo suficiente como para que ese día no llegue jamás... pero nunca se sabe. Le ofendo si le pregunto ¿cómo anda usted en esos terrenos?

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