LOS POBRES Y EL PERDÓN

LOS POBRES Y EL PERDÓN


Editorial La Tribuna

A propósito de los pobres, de los planes estatales para reducir los índices de pobreza, de los desocupados, de los flujos migratorios de compatriotas que huyen de la violencia y de la falta de trabajo en sus lugares de origen. Sí, después del siniestro más devastador del siglo pasado que golpeó mortalmente al país, el gobierno hizo varios esfuerzos por recuperarse. Se manejaron transparentemente los recursos habilitados por los cooperantes para la titánica gestión de reconstrucción, razón por la cual el país gozó de credibilidad y de plena confianza internacional. Algunas de las gestiones exitosas contribuyeron enormemente a la restauración del país. Los fondos conseguidos de la comunidad de cooperantes para hacerle frente a las tareas de emergencia, de rehabilitación y reconstrucción del país, en los grupos consultivos de Washington y de Estocolmo. Para ello fue necesario elaborar y promocionar en la comunidad de cooperantes el Plan de Reconstrucción y Transformación Nacional, cuyos recursos se invirtieron transparentemente en reponer lo dañado.

Las medidas del gobierno norteamericano para otorgar residencia temporal a los compatriotas que ingresaron sin documentos a los Estados Unidos, de manera que pudieran tener estabilidad en sus trabajos y sus ingresos contribuyeran al sustento de las familias que dejaron atrás. El TPS y una moratoria a las deportaciones, hizo que las remesas familiares crecieran exponencialmente, hasta el nivel en que han alcanzado hoy en día, de $3,800 millones. La ampliación de los beneficios de la Cuenca del Caribe, que evitó la fuga de la industria maquiladora asentada aquí en el país, ya que el Nafta suscrito entre México y Estados Unidos daba condiciones más ventajosas. Los desequilibrios fueron superados con la revisión de condiciones que favorecieron a los países centroamericanos. Y el otro logro fue la condonación de la deuda externa que había alcanzado montos impagables que comprometía los ingresos fiscales hasta en un monto superior al 25% de las recaudaciones. Esos valores iban al pago de los empréstitos y los altos intereses. Sin embargo, por la calamidad sufrida, el gobierno logró ingresar al país en la Iniciativa de los Países Altamente Endeudados. El proceso inició en el gobierno que tuvo que lidiar con la tremenda devastación del huracán y para ello presentó a los cooperantes un plan consensuado con las alcaldías, comunidades y sociedad civil denominado Estrategia de Reducción de la Pobreza. Las gestiones gubernamentales para obtener esa condonación lograron las decisiones tomadas en el Club de París, en el BID y el Banco Mundial. (Se contó con la valiosísima intervención del cardenal Óscar Andrés Rodríguez).

El punto de decisión para el perdón de la deuda se obtuvo en el año 2000, sin embargo la culminación del proceso requería mantener acuerdo con el FMI durante tres años consecutivos. El gobierno de turno, al que le tocó el duro trabajo de iniciar el proceso, no recibió el beneficio de todo ese esfuerzo –bien dice la sabiduría popular que nadie sabe para quién trabaja– ya que su período culminó antes de cumplir las condiciones requeridas para su culminación. Mantuvo acuerdo con el FMI hasta el final, incluso dejó un período de gracia que benefició a la siguiente administración, a la que le tocaba renegociar sus propias condiciones con el organismo internacional. La Estrategia de Reducción de la Pobreza fue modificada –durante ese gobierno– por otro proceso de consultas. Para que a nadie le dé por revolver marañones con matasanos, aclaramos que los fondos del perdón de la deuda que debieron servir para financiar esas obras sociales de reducción de la pobreza, cuando estos recursos al fin estuvieron disponibles al país, desgraciadamente se destinaron a otros fines. Lo triste es que el país ya volvió a enjaranarse a niveles superiores a los que tenía cuando le condonaron la deuda. Con la tristeza que dudamos que vaya a haber otro perdón.

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