ESCASEZ Y ABUNDANCIA

ESCASEZ Y ABUNDANCIA


Editorial La Tribuna
DESDE tiempos muy antiguos se considera que la economía es la ciencia de la administración de la escasez, es decir, de los recursos escasos de una nación, un país, una empresa o una subregión. El concepto ha variado en el curso de los siglos, sobre todo en los tiempos contemporáneos en que los economistas y creadores de modelos matemáticos ensayan sus teorías según los cambios que van imponiendo las circunstancias, algunas veces casi inesperadas, como cuando se han desatado las crisis financieras mediante el estallido de las burbujas económicas de ocasión, incluyendo el tema del petróleo. Los siglos veinte y veintiuno han registrado varias crisis y recesiones parciales y globales.

Siempre se ha dicho (lo reafirman algunos documentos coloniales) que la provincia de Honduras se caracteriza por su gran pobreza material. De tal suerte que reafirmar el asunto de la escasez de bienes relacionados con la geografía humana, no se traduce como ninguna novedad. Lo paradójico del caso es que a la par de la pobreza localizada por los exploradores coloniales de la Corona española, existía una fuerte producción minera, con sus momentos alternos de bonanza y decaimiento, que curiosamente nunca logró capitalizar hacia la economía hondureña, quizás por la vieja fuga de metales preciosos hacia la Capitanía General, un poco hacia España y otro poco, nada desdeñable, hacia las factorías de los colonizadores ingleses instalados en los encuentros y desembocaduras de algunos ríos importantes de la zona oriental de Honduras.

Durante el siglo diecinueve la República experimentó un fuerte crecimiento de la ganadería, con importantes hitos de exportación de carne salada y ganado en pie para toda la región centroamericana y el Caribe. Y aunque hubo intentos de una nueva “acumulación originaria de capital” catracho, acompañada de un cierto proceso de culturización de los hijos de los ganaderos, la misma acumulación se desmoronó por causa de las continuas montoneras y guerras civiles que asolaron la campiña hondureña en el curso de varias décadas. Así que el apogeo ganadero fue neutralizado por el factor sectario, y por la pobreza repetida de la población general del país.

En tiempos más recientes se ha enseñado en las escuelas, con influencias educativas internas y foráneas, que “Honduras es un país rico”, en sus recursos naturales; pero que los hondureños se han encargado de desaprovecharlos; o que los han mal administrado. Lo que casi nunca se ha dicho, por lo menos dentro del esquema escolar oficialista, es que durante todo el siglo veinte predominó un modelo injusto de apropiación de los recursos naturales, especialmente de las tierras cultivables, que dejó por fuera a millares de familias pobres y semi-pobres del interior del país. Sin embargo, a pesar de todo eso se expresaba que Honduras era un Estado “rico en recursos forestales”, mismos que han sido depredados, especialmente los pinos, y que ahora son atacados por el “gorgojo barrenador”. Pareciera que nunca vamos a acabar con el problema de la tremenda escasez dentro de la abundancia que Dios y la Naturaleza han regalado a los hondureños. Otro agregado de los teóricos de la escasez y de la abundancia es que “La mejor seguridad es un empleo”. Por eso necesitamos el concurso de todos los talentos de Honduras para crear un verdadero aparato económico que sepa administrar la escasez en función de la abundancia para todo el conglomerado nacional.

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