La SAG y la gorda
La SAG y la gorda
Por: José Segovia Ynestroza
La SAG, Secretaría de Agricultura y Ganadería, se ha convertido en una vaca tan gorda que más bien parece una de esas personas que sin saber qué hacer para adelgazar engordan y engordan llegando a pesar más de 300 kilos, lo que las convierte en seres que no pueden servirse ni así mismas.
En un enorme complejo de cuatro edificios en Tegucigalpa y réplicas a lo largo y ancho del país, como en Danli, Juticalpa etc., más de 1,000 personas llenan escritorios en donde puedes encontrar desde rosquillas hasta los más completos instrumentos de belleza ¡ah! y desde luego algunas computadoras para intercomunicarse y además redactar sendos informes para el jefe; esta voluminosa burocracia ha venido creciendo a efecto de nuevos gobiernos o de ministros entrantes que arrastran cantidad de correligionarios, recomendados, amigos asesores y desde luego “amigas”; una burocracia que al igual que los obesos figuran como una vergüenza inamovible, inamovible no solo por el peso de las pompis sino porque los que quieren hacer algo, que siempre se encuentra alguno, no tienen cómo moverse ya sea porque se agotó el combustible o no hay partida para repuestos o no estaba el que autoriza combustible o la salida del carro y lo peor hay carro pero está asignado por el donante para programas especiales y de su particular interés, increíble, ¡No!., porque es una norma impuesta y aceptada; pero nos encontramos con un elemento más si el ministro o el jefe de una de las tantas direcciones quiere mover un empleado a otra zona diferente al lugar en el que fue contratado por ejemplo de Tegucigalpa a Comayagua no puede, porque según los acuerdos firmados entre el Ministerio y los empleados (fuera de la ley) el empleado tiene el derecho de reclamar inamovilidad de residencia; bajo estas condiciones un ministro se convierte fácilmente en mandadero del Presidente porque no hay en quien delegar.
Como recientemente denunciara el general Pacheco en su secretaría todas las hojas de su personal están nítidamente limpias y en la SAG se da el mismo fenomenito es así como cualquier haragán sinvergüenza o inepto resulta tan bueno como el mejor y por tanto si se le quiere despedir hay que pagarle, con razón el señor Presidente al puntualizar sobre el asunto nos aclaraba que no tenía el suficiente dinero para el pago de prestaciones, imagínese usted tener que pagar prestaciones a un sinvergüenza y todo sucede o por temor o por compadrazgo entre los jefes y sus subalternos. Todo esto resulta tan deprimente que hemos llegado a concluir en que de qué sirve un buen ejecutivo sin ejecutores, de qué sirve tratar de apoyar a un funcionario en sus objetivos si al final la frustración se convierte en impotencia; todo esto nos consta y hemos sido testigos de todas las irregularidades que se dan en la SAG. Según nos indican el ingeniero Jacobo Paz B. ministro de la SAG y el doctor Julio Aparicio asesor presidencial del ramo, pretender lograr que la vaca adelgace y que se ponga a caminar les ha resultado poco menos que una misión imposible, desde luego esto será siempre cierto cuando no se tiene el carácter o el apoyo para actuar correctamente como lo ha demostrado ampliamente el señor ministro de Educación. Quedar bien con Dios y con el diablo no se puede. Si el señor Presidente quiere resultados debe llevar al Congreso todas las medidas necesarias a revisar en la aplicación de la Ley del Trabajo dentro de su gobierno y socar tuercas.
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