El afán por el dinero fácil
El afán por el dinero fácil
PABLO CARÍAS
Poco futuro tiene una sociedad en la cual cualquier cosa es buena si se obtiene un beneficio personal. No interesa que haya leyes para la convivencia humana si al final lo que impera es la razón del interés personal y de grupo.
Releyendo las funciones del dinero que aparecen en los manuales de economía, me di cuenta que entre las funciones que el dinero tiene son tres: como medio de cambio, que es la función más importante, sin la cual no podría haber intercambio de mercancías. En la sociedad moderna esta función la cumple una mercancía que es capaz de ser aceptada por la generalidad de las personas, de fácil transportación, divisible, más o menos duradera y difícil de falsificar.
Como medida de valor, el valor de los bienes y servicios se mide en dinero. Es lo que se llama precio, representa el valor de cambio del bien o del servicio.
Finalmente, tenemos que el dinero sirve como medio de atesoramiento, la parte del dinero que no se gasta en el proceso de intercambio se guarda para el futuro. Algunos logran atesorar tanto dinero que no lo podrán consumir en la satisfacción de sus necesidades personales ni en inversiones productivas durante toda su vida.
No es malo tener riqueza y trabajar por obtenerla. Lo perjudicial de la riqueza es que termine dirigiendo al ser humano, nos controle y nos haga actuar como adictos del dinero y del poder.
No todo el que tiene dinero en abundancia es porque lo ha obtenido de manera fraudulenta, el dinero puede ser una fuente de riqueza reproduciéndose en bien de la sociedad y de quien lo posee. Muchas sociedades han logrado prosperar bajo la dirección de un núcleo de empresarios con responsabilidad social y dirigida por un Estado promotor del desarrollo.
Lo que hemos estado viendo en los últimos meses en el país con la extradición de hondureños por suponerles responsables del lavado de activos, algunos políticos de no gratos recuerdos y empresarios con un lejano pasado de tradiciones progresistas, nos hace pensar en lo peligroso que es el afán por el enriquecimiento sin límites en un país donde las fuentes de riqueza no son abundantes.
En el país estamos viendo personas que hasta hace poco compartían espacios sociales, culturales y económicos con gentes de los barrios y colonias populares y que ahora viven en residencias lujosas, se transportan en vehículos último modelo, con guardaespaldas, viajando de paseo a Disneylandia, financian campañas políticas y hasta aportan recursos a las iglesias, sin que se les haya conocido antecedentes de emprendedores y prósperos empresarios.
Cuando las funciones del dinero en la sociedad actual dejan de cumplir un papel puramente social para convertirse en asunto privado, no cabe duda que el dinero se convierte en un ídolo que pervierte todas las relaciones humanas, el que tiene dinero quiere tener más y entonces la búsqueda del dinero fácil se vuelve una tentación que rompe todos los límites morales. Con dinero se compra todo, incluyendo la dignidad humana.
El afán por el dinero fácil es el mayor disolvente social, debilita el sistema político y destruye los cimientos del Estado
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