El problema es moral
El problema es moral
Por: Benjamín Santos
Los animales se domestican y las personas se educan, pero cuando esos procesos se omiten el resultado es el mismo: se saltan las trancas. Un caballo entrenado mientras tenga el freno, aunque esté suelto, no se va. Una persona moralmente formada, aunque tenga la oportunidad, respeta lo ajeno y se abstiene de realizar actos que su conciencia le reprochará después. Domesticar y educar no es lo mismo, pero el resultado que se busca en la práctica es someter los impulsos naturales a formas de conducta que permitan resultados positivos. La comparación puede resultar ofensiva, pero así es: una bestia que no se domestica a tiempo se llevará las cercas en las patas y una persona que no se educa moralmente se llevará todo lo que encuentre a su paso y evadirá todos los controles externos que se le impongan para evitarlo. El control funciona desde dentro, o no habrá control ni en la familia ni en el Estado.
La educación comprende la formación de la personalidad en sus dos componentes, el temperamento y el carácter. Instruir y educar no es lo mismo. Una persona puede ser muy instruida en el sentido de tener los conocimientos, las habilidades y destrezas en todas las materias de estudio, pero si su conducta nos se amolda a una escala de principios y valores, utilizará su bagaje intelectual en perjuicio de la sociedad y de su familia. El problema fundamentalmente es moral, es decir la formación en valores. Y ese es el vacío que se ha producido en la educación hondureña, porque en épocas no muy lejanas ese trabajo lo hacían las madres que convivían con la prole mientras el padre cumplía sus funciones de proveedor y protector, pero la formación en el hogar era reforzada en la escuela mediante una dinámica coordinación entre padres y maestros.
El vacío antes aludido se ha tratado de llenar con controles externos, instituciones y leyes, pero el resultado no es el mismo. Se han aumentado y endurecido las penas en un Código Penal obeso, pero la delincuencia no se detiene. Se han creado mecanismos institucionales cada vez más caros, pero no se ha logrado la famosa depuración de la policía, porque prevalece la idea de que vestir un uniforme y portar un arma equivale a un permiso para delinquir. Esa idea está en la mente de la mayoría de los hondureños, aunque no sean policías. Lo mismo pasa con la elección o el nombramiento para un cargo público: es una oportunidad para vivir sin trabajar o para aprovechar el cargo para realizar actos de corrupción. Mientras se puedan saltar las trancas, los controles externos, todo es permitido. Lo más que puede pasar es que el delincuente sea destituido de su cargo, pero eso no afecta mucho cuando se retira con las bolsas llenas para pagar en caso de que sea requerido por su conducta delictiva. Es posible que ser expuesto como corrupto o delincuente ante la opinión pública cause alguna incomodidad frente a la familia y los amigos, pero pronto todo quedará en el olvido y hasta podrá pasar luego por una persona honorable.
Otra cosa ocurre cuando los frenos están en la propia conciencia, porque no hay juez más tremendo que el que se lleva dentro y no nos deja ni a sol ni a sombra. Es posible que nadie se haya dado cuenta del acto ilícito, pero quien lo cometió será acuciado por la conciencia moral que le reclama su mala acción. Pero en una sociedad permisiva y en un Estado que da el mal ejemplo, eso ya no es posible. Los hondureños y nuestro sistema con todos los controles, nos hemos rendido ante el delito. Hemos acudido a la cooperación internacional. A eso viene la MACCIH, la Misión de Apoyo o Acompañamiento contra la Corrupción y la Impunidad. Como Estado y como sociedad hemos confesado ante el mundo que somos incapaces de alcanzar con nuestras propias fuerzas el fin para el cual hemos creado un sistema jurídico-institucional y que se encuentra enunciado en la parte final del Artículo 1 de la Constitución. Y está bien. Cuando alguien individualmente o en forma colectiva no puede lograr lo que se propone, tiene
que pedir ayuda. Si yo no hubiera podido educar y disciplinar a mis hijos, hubiera tenido que acudir al vecino o a la policía. No está del todo mal. El gobierno del Presidente Hernández con razón ha solicitado ayuda de la OEA. Y si el problema es moral y no institucional, ¿qué haremos cuando dentro de 4 años o antes se vaya la MACCIH?
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