La partidocracia (I)

La partidocracia (I)

RAMÓN CUSTODIO

Mi comentario se basa en la lectura de Partidocracia, de Roberto I. Zamora, en el Diccionario Electoral de Capel (Centro de Asesoría y Promoción Electoral), del Instituto Interamericano de Derechos Humanos, tema que el autor desarrolla a profundidad y que yo adapto a la realidad política de Honduras.

Las ideas son concepciones globalizantes que necesitan de instrumentos para concretizarse, pero corren el riesgo de quedar atrapadas en estos, invirtiéndose entonces, las prioridades, valores y prácticas, perdiendo su categoría de fines por convertirse en medios o en una retórica vacía. Como cuando el partido comunista se apropió del Estado soviético.

La relación de los partidos políticos con el Estado ha sido un problema histórico.

La democracia griega y la romana funcionaron sin partidos políticos. Según Beyme, en la democracia moderna los partidos políticos sustituyen las características del Estado, haciendo de él un Estado de los partidos.

Tanto la democracia representativa como la directa se asientan en la relación del Estado con los ciudadanos; en la nuestra con el pueblo soberano del cual emanan todos los Poderes del Estado, que se ejercen por representación en cada uno de ellos y su interrelación debe ser complementaria, independiente y no subordinada. Si la alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la República es obligatoria, según la Constitución de la República, no depende de ningún poder subordinado a la voluntad del Presidente de la República.

Además, “Los partidos políticos legalmente inscritos son instituciones de derecho público, cuya existencia y libre funcionamiento garantiza esta Constitución y la ley, para lograr la efectiva participación de los ciudadanos” y les está prohibido “atentar contra el sistema republicano, democrático y representativo”.

Queda claro que los partidos políticos son solamente un instrumento para que los ciudadanos ejerzan sus derechos políticos. Pero desde siempre han actuado como que si fueran el Estado, tomando decisiones internas que interfieren con la representatividad legitimada por el pueblo. Así vimos en un caso reciente, que una persona, que es autoridad de su partido, amenazó a un diputado, porque este no se sometía al mandato imperioso de una simple comisión partidaria. Eso solo es constitucional en El Salvador, en donde hasta puede el representante del pueblo ser destituido y sustituido por cualquier perico de los palotes.

Otra advertencia al pueblo hondureño es que la permanencia continuada en el poder del mismo partido, equivale a que en la democracia hondureña haya partido único, con rasgos despóticos y actitudes de que el pueblo les vale. Contando para ello con la complicidad de esas tres vocales de boca abierta: OEA. Aunque los teóricos de la Partidocracia no consideran al partido único, nosotros lo mencionamos por los ejemplos del daño que hace el partido único a la democracia representativa.

La Partidocracia es una desviación contra natura, porque nunca los partidos son el Estado; al serlo están usurpando la voluntad soberana del pueblo, lo cual es delito de traición a la patria y da lugar a echarlos del poder, pues nadie debe obediencia al usurpador.

El citado autor caracteriza así este fenómeno:

1. Exclusividad de hecho en nominaciones para cargos de elección. Lo que hemos tratado de encubrir con elecciones internas, un circo que nos cuesta un ojo de la cara.

2. Control de los representantes electos por destitución si se apartan de la línea del partido.

3. Patrimonialismo partidista, que impide la aplicación de la Ley del Servicio Civil.

4. Partidización de la sociedad civil, como se está viendo.

*Excomisionado nacional de los Derechos Humanos




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