A mano armada…

A mano armada…


Por Roberto C. Ordóñez

Cobrar impuestos nunca ha sido fácil porque a nadie le gusta pagarlos, aunque todos sepamos que en este mundo solo hay dos casas seguras: morir y pagar impuestos. De la muerte nadie se escapa, por mucho que tratemos de engañar a doña Parca. Los únicos que no pagan impuestos son los que no trabajan y no producen nada.

Los hondureños no tenemos cultura de pago. Los prestamistas lo saben my bien. Dicen que prestar dinero es fácil, lo difícil es cobrar. Cuando participaba en algunas directivas de empresas financieras y los oficiales de crédito presentaban informes siempre favorables de los solicitantes, un señor de cuyo nombre no quiero acordarme, preguntaba con sorna: ¿Pero le gusta pagar?, y estaba en lo cierto. Hay personas a las que no les gusta pagar aunque tengan el dinero para hacerlo.

En el cobro de impuestos el asunto es más complicado porque muchos hondureños están acostumbrados a no pagarlos; a pagar lo menos posible o a hacer arreglos bajo la mesa. Los medios han informado de casos en que de un solo click en una computadora les han borrado impuestos a grandes contribuyentes. Recuerdo el caso de una compañía cementera que tenía un reparo millonario formulado por la Dirección General de Tributación y de repente apareció solvente con el fisco sin haber pagado. ¿Cómo se hizo el milagro? Que lo averigüe Vargas.

El cierre de negocios por no pagar impuestos no es nuevo. Si mal no recuerdo los primeros cierres se hicieron en tiempos del licenciado Ricardo Maduro y la práctica ha seguido con mayor énfasis en la actualidad, lo cual no creo que sea lo mejor. Al cerrar un negocio se deja sin empleo a los trabajadores y al quitar la fuente de ingresos al evasor es más difícil que pague al fisco. Lo mejor sería aplicar multas y otras sanciones y dejar como último recurso el cierre del negocio cuando este se declare incompetente para pagar.

El mes pasado uno de los tantos escándalos se produjo en Islas de la Bahía, cuando un contingente de auditores de la DEI llegaron acompañados de agentes policiales armados y algunos encapuchados y sin mayores trámites cerraron sesenta y dos negocios.

¿Era necesarios que los auditores fueran acompañados de hombres armados?

Como era temporada navideña y además algunos cruceros visitaban las islas, muchos turistas que degustaban la sabrosa sopa marinera se les cayó la cuchara del plato a la boca. Los que cortaban rebanadas de ricas langostas se quedaron con las ganas, porque salieron despavoridos de los restaurantes.

Un amigo que presenció los hechos dice que una turista le reclamó a su marido: “¡Ya ves que te dije que no viniéramos a Honduras! ¡Mira cómo nos tratan!

Los isleños nunca han sido buenos contribuyentes. Sus islas han sido como puertos libres, incluyendo la no repatriación de divisas por las exportaciones, pero las cosas han cambiado, sobre todo ahora que se promueven mundialmente como destino turístico. Los turistas que vieron hombres armados y enmascarados, buscarán otras playas, otros soles y otras palmeras de las que abundan en el Caribe.

Se habla de un nuevo Código Tributario que según sus gestores favorecerá a los contribuyentes porque facilitará los trámites. Ojalá que así sea.

Los impuestos deben ser fáciles de pagar y así es ahora aquí. Basta con llegar con el pisto y el comprobante a la ventanilla de un banco y asunto concluido, pero los trámites en la DEI siguen siendo engorrosos. Todo es con carta poder y con abogado. El contribuyente que va solo rebota de ventanilla en ventanilla y no arregla nada.

La fórmula para reformar artículos tributarios es: “Se reforma el articulo X de la ley tal que se leerá así…, lo que obliga a buscar y consultar un montón de leyes de las miles que tenemos. La cosa es hacer todo difícil.

No obstante sus métodos, la DEI tuvo éxito en 2015. Las recaudaciones mejoraron en 11.4%. El Impuesto sobre Ventas aumentó 13 y medio por ciento.

Tenemos los impuestos más altos de Centroamérica cobrados a mano armada; una tasa de seguridad de 2 lempiras por millar sobre retiros bancarios y un injusto 1.5% sobre ingresos brutos.

¿Atraeremos inversionistas?

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