Deuda pública y su dimensión ética

Deuda pública y su dimensión ética


JORGE FLORES SILVA

Después de la condonación de la deuda externa de finales de los años 90 e inicios de la primera década de este siglo, el país vuelve a endeudarse hasta caer en una situación agobiante para la población, que es la que en definitiva paga. La deuda pública de Honduras, tanto externa como interna, supera los nueve mil millones de dólares, lo que implica que una buena parte de los recursos que deberían orientarse para proyectos sociales básicos van al pago del capital e intereses. La deuda del país no para y más bien tiende a incrementarse por el exceso de gasto corriente, al grado que sobrepasa el 45% del PIB. Parámetro que según el mismo Banco Mundial es indicador de insostenibilidad, doblemente grave porque tiene efectos sociales y financieros. Primero, porque se desatiende a la población pobre que demanda de efectivos programas de salud, educación, saneamiento y proyectos sociales básicos; y segundo, porque el país, al ser calificado de insolvente, puede ahuyentar a los inversionistas y alejarse de los mercados financieros.

Con la carga de una pesada deuda será difícil implementar una efectiva estrategia de desarrollo a largo plazo. Desde el punto de vista macroeconómico, el país necesita de capital que debe orientarse para desarrollar la actividad productiva y fortalecer la economía real, no solo orientar los recursos para el gasto corriente.

La deuda, en las condiciones actuales, ya no es un problema coyuntural, es tan grave que se ha convertido en estructural y en un obstáculo para el desarrollo y dinamización de la economía nacional. Toda acción económica implica una decisión política, si no se toman medidas para evitar que la deuda pública sea freno para el desarrollo, el país irá al despeñadero. La economía ha caído casi en un estado estacionario, cuyo crecimiento en los últimos años ha oscilado entre 2 y 3.5 %, su balanza comercial sigue siendo deficitaria y de los pocos recursos que entran por la vía de las exportaciones, un gran parte va al pago del servicio de la deuda y para cubrir los costos de las importaciones. Cuanto más alta sea la deuda, más arriesgado es invertir, sobre todo para el capital extranjero, porque puede significar que el país no puede pagar por su condición de insolvencia. Sin embargo, esta situación puede servir de presión para revertir las erradas políticas económicas, dinamizar la economía y producir las divisas que se requieren para la adquisición de bienes intermedios, insumos y/o materias primas o productos básicos de importación necesarios para poder producir y al mismo tiempo para pagar el servicio de la deuda.

El problema de la deuda también tiene una dimensión ética, dependiendo cómo se negoció y cómo se utilizaron los recursos contraídos, que deben orientarse en proyectos que sean técnica y económicamente factibles y políticamente viables. Si estos recursos se orientan para favorecer intereses particulares o de grupo se está ante un problema ético. La ética no es un juicio de valor, sin ética no se puede vivir. Generalmente el desequilibrio del presupuesto entre ingresos y egresos se cubre con deuda para cumplir con los compromisos. El presupuesto debe ser un instrumento de desarrollo y debe estar entre sus prioridades invertir en la persona. Entre más se invierte en la gente hay más posibilidades de desarrollo.

La premisa de invertir en la persona para impulsar el desarrollo humano sostenible pasa por el cuestionamiento de la lógica en que se ha utilizado el presupuesto y la racionalidad en el uso de los recursos provenientes de la deuda contraída. Este cuestionamiento hace pensar que se vuelve un imperativo el saneamiento y equilibrio de las finanzas públicas para garantizar el crecimiento económico y, sobre todo, el desarrollo como elemento cualitativo que aprovecha los aspectos cuantitativos del crecimiento y el progreso técnico y también aumenta la base material de la sociedad en beneficio de la población. Por eso orientar recursos para la inversión productiva y social y reducir la pobreza se convierte en un reto que no debemos obviar.

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