La capucha o la construcción del falso héroe
La capucha o la construcción del falso héroe
PABLO CARÍAS
Cuando fui dirigente estudiantil, manteníamos ciertas reglas en la protesta que llegamos a formar una especie de cultura política en la cual concebíamos que todo aquello que generara antipatía por parte de la población, había que rechazarlo; se organizaban grupos de disciplina, con la idea de evitar excesos como manchar paredes, destruir vitrinas y automóviles. El manifestante que hacía lo contrario a los establecido por los organizadores de la marcha, era considerados como “infiltrado” o como un provocador que buscaba justificar la represión.
A nadie se le ocurrió, por lo menos en la lucha reivindicatoria que emprendimos, ponerse una capucha para ocultar su rostro, eso hubiese sido considerado como un acto de temor, contrario a la virtud que debía tener todo luchador que es la convicción de que las protestas generan siempre una acción gubernamental de represión que había que enfrentarla con estoicismo.
No conozco un Estado que no reprima la protesta, las diferencias son más bien en favor de a quiénes se reprime y la forma cómo se reprime. Es cierto lo que dicen los organismos de derechos humanos, que el actual gobierno criminaliza la protesta; todos los gobiernos lo han hecho y lo seguirán haciendo, es parte de su función para mantener el orden y el día que no lo hagan dejan de ser gobierno, esto es parte de la lógica del poder.
Todo el sistema de leyes, aparato judicial, policial y de investigación han sido constituidos para reprimir lo que el sistema considera como delito; entender esto para los luchadores sociales es básico, para que se den cuenta que el precio de la justicia, según como la entienda cada quien, tiene un costo, y quien lucha por esa justicia tiene que hacerlo usando las armas más convincentes, procurando el menor costo y el mayor triunfo posible.
Aquí surge una relación dicotómica muy en debate sobre el carácter moral de la lucha, siempre he estado de acuerdo con algunos teóricos cuando señalan que los fines y medios deben coincidir, los procesos sociales de más larga duración han sido aquellos donde sus líderes siempre actuaron con la verdad.
Cuando se habla de encapuchados, algunos diccionarios lo definen como ocultamiento de la identidad, mentira, disfraz para generar temor, deseo de influir en los demás para generar una opinión favorable a sus planteamientos.
Las últimas tomas que se han hecho en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) se han llevado a cabo por grupos encapuchados, esta práctica no la conocíamos en la historia de la institución, aún en los tiempos de la Doctrina de la Seguridad Nacional, donde la inseguridad era tal que ni encapucharse daba seguridad, si eso hubiese ocurrido, los mismos estudiantes afines al frente que tenía el poder se hubieran encargado de quitarle la máscara a los jóvenes que hicieran uso de esas prácticas.
Los personajes que han hecho historia en América Latina jamás utilizaron ningún tipo de disfraz y si lo hubieran hecho seguro que no hubieran logrado sus propósitos y los pueblos los ignorarían. En toda lucha, si es justa, los medios deben ser tan justos como los fines.
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