“SUMAS QUE RESTAN”

“SUMAS QUE RESTAN”


Editorial La Tribuna

“HAY sumas que restan” dice la sabiduría popular. Y eso acaba de ocurrirle a la alianza Unidos Podemos después que Pablo Iglesias y Alberto Garzón –el “pitufo gruñón” como lo descalificaba su compañero de viaje antes del maridaje– amachinaron sus partidos en una sola fuerza política para dar el sorpasso al PSOE. Ni alcanzaron ser la segunda fuerza política, ni hubo empate técnico con el PP, pese a la intensa insistencia respaldada por encuestas que daban como inevitable el avasallamiento –incluso el mismo día, resultados a boca de urna ofrecían números parecidos– obteniendo los mismos 71 asientos que por separado alcanzaron en las elecciones pasadas. El Partido Popular con Rajoy a la cabeza, jugó a la moderación y a la estabilidad. No desandar la ruta. Gana las elecciones y crece por encima de las expectativas que lo situaban con un techo del 30%. Obtiene el 33% de los votos, 600 mil más que en las elecciones pasadas, incrementando de 123 diputados que tenía antes a 137 ahora.

El consuelo de PSOE, que de 90 asientos solo logra retener 85 con 120 mil votos menos que en las elecciones pasadas, fue evitar ser sobrepasado por “Unidos Podemos” que concentró todo su esfuerzo en enterrar el bipartidismo, descarrilar el socialismo para convertir las izquierdas en opción de gobierno. Ahora ni aliados, socialistas con izquierdistas, en la utilitaria negociación que Pedro Sánchez tiente a Pablo Iglesias con su anhelada vicepresidencia –después que este calculaba la oferta al revés– logran los números necesarios para la investidura. No es cosa de gustos o de cercanía ideológica, o de repetir obstinadamente que puede ser cualquiera menos Rajoy, sino de aritmética. La suma de ambos, 156 escaños, no llega a los 176 que ocupan para llegar a la Moncloa. Incluso la suma de los asientos entre el PSOE y Ciudadanos –que también fue castigado porque pasa de tener 40 asientos a 32 ahora– no sobrepasa el número del PP. En el proceso anterior Sánchez del PSOE se aventuró a buscar la investidura, bajo la premisa que “gobierne el que más escaños tenga” –pactando un acuerdo con Albert Rivera de Ciudadanos, al que después trató de arrimar, infructuosamente, a Pablo Iglesias–. Hay que recordar que Ciudadanos se erige como una fuerza alternativa de centro derecha, que en nada comulga con el pensamiento populista de “Unidos Podemos” y menos con sus posturas separatistas. El único común denominador es que ninguno traga a Rajoy.

Eso nos lleva otra vez a las sumas que restan. Los partidos de izquierda separados estaban por encima del PSOE en las pasadas elecciones. Ahora la alianza de Iglesias y Garzón no solo no supera al PSOE –pese a que este tiene 5 escaños menos– sino que pierde un millón de votos. Después de revisar los vericuetos de este difícil rompecabezas, qué otro factor que no hayan considerado los analistas españoles pudo haber influido en los resultados. El Brexit. El movimiento antisistema en Gran Bretaña que pudo haber favorecido las posibilidades de “Podemos” –no hay que olvidar que Iglesias usufructúa las revueltas de los indignados en las calles– tuvo el tiempo indispensable, las 48 horas después, para mostrar las consecuencias devastadoras –la sola estrepitosa caída de la libra y el jamaqueo del euro– de semejante decisión. Suficiente para asustar a muchos esperanzados en una ruta del cambio radical, como la ofrecida por Iglesias. Igual afectó a Ciudadanos, cuyo crecimiento en las elecciones pasadas fue a costa del PP. En esta ocasión la apelación al voto útil –o quizás mejor dicho al voto inútil– y el tsunami del Brexit, le funcionó al PP. Ahora solo falta ver cómo conforman gobierno. Lo que son las cosas. ¿Qué diría la comunidad internacional de este nuestro alegre paisaje, si algo parecido ocurriera aquí, con un gobierno interino donde las fuerzas políticas no logran ponerse de acuerdo?

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