Las burlas a la depuración policial
Las burlas a la depuración policial
ARMANDO VILLANUEVA
Un lustro ha pasado desde que al menos dos estados, incluido el de Israel, ofrecieron su pleno apoyo a Honduras en la limpieza de la Policía y solo pusieron una condición como contraparte partiendo de su diagnóstico de que la institución estaba podrida: La desaparición o cierre de la entidad y la creación de una nueva.
Los gobernantes de turno subestimaron la petición y optaron por darle a la Policía el beneficio de la duda y optaron, entonces, por su depuración. Y así nace la famosa DIECP. Hoy por hoy se sabe que se han gastado –no invertido- 222 millones en la presunta “depuración” y el “gran resultado” ha sido la baja de unos cuantos agentes de la escala básica. Ni un tan solo oficial.
La falta de resultados por parte de la DIECP y la aparición de espeluznantes publicaciones sobre casos emblemáticos obligaron al gobierno a crear la Comisión Especial de Depuración que, en un mes y sin presupuesto, sin oficinas, sin cama en que caer muerta y hasta ad honorem, ha hecho lo que la DIECP no hizo en cinco años.
La lógica diría que los responsables de esa epopeya –tomando en cuenta el valor que han tenido de ponerle el cascabel al gato- deberían al menos recibir aplausos y el reconocimiento de la sociedad y de los “analistas”. Pero no. El “premio” son críticas, cuestionamientos a su labor y hasta burlas. Y, como si eso fuera poco, hoy son víctimas de serias amenazas a muerte y, lejos de la solidaridad esperada, unos no les creen y otros hacen mofa de sus denuncias.
Esa es Honduras. Así es nuestro querido país. Por eso estamos como estamos. La sociedad plagada de personajes que no hacen ni dejan hacer. Y los que más critican son exfuncionarios nefastos y cobardes que, cuando ocuparon los más altos cargos de la nación, se hicieron de la vista gorda y aplicaron la política de dejar hacer y dejar pasar. Lo más fácil.
Pero bueno es que la comisión sigue adelante. No se trata de tener a un Don Bosque de jefe policial o a la beata Madre Teresa de Calcuta de comisionada. Pero sí una policía que, lejos de infundir miedo y terror, genere confianza y respeto.
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