Sadomasoquistas políticos
Sadomasoquistas políticos
Por Armando Cerrato
Todo apunta a que los hondureños iremos a las urnas en noviembre de 2017 sin aprender ni siquiera una letra de las múltiples lecciones que la vida política nos da a diario y elegiremos a alguien por creerle el menos malo y no el idóneo para presidir el gobierno.
Lo peor es que habiendo ocho partidos en lista, el punto de fuga de la perspectiva política solo proyecta dos figurones: el actual Presidente de la República, Juan Orlando Hernández Alvarado que además de trabajar intensamente por su reelección afirma que su partido, el Nacional, podría quedarse en el poder por cincuenta años consecutivos, y el expresidente liberal, José Manuel Zelaya Rosales, quien fuera echado del poder el 28 de junio de 2009, a seis meses de cumplir su período por intentar perpetuarse en el poder.
Zelaya Rosales amparado en una amnistía que fue dada bajo presión mundial, regresó a Honduras a fundar, organizar y convertir en segunda fuerza política en su primera aparición, el partido Libertad y Refundación (Libre) de base fundamentalmente conformada por liberales resentidos y sectores de izquierda. Radical y moderada, disidentes de otros partidos y algunos indecisos e independientes en busca de nuevos horizontes políticos.
Ese anhelo fue capitalizado por el viejo presentador de televisión Salvador Nasralla, quien bajo la bandera de anticorrupción organizó y fundó un partido con ese nombre (PAC) dando la sorpresa de convertirse en la tercera fuerza en su primera aparición.
En Honduras la Ley Electoral contempla el triunfo por simple mayoría de votos, recolectados en más de cinco mil urnas distribuidas en los 498 municipios de los 18 departamentos en que se ha dividido el territorio nacional y algunas sedes diplomáticas en el extranjero.
Las elecciones son organizadas, supervisadas y declaradas legales o nulas por un Tribunal Supremo Electoral, en el que solo tienen representación legal hasta hoy los partidos Nacional, Liberal y Democracia Cristiana, por lo que hay una pugna de los otros por obtener un representante en ese organismo clave, que se decrete una segunda vuelta si un candidato no alcanza el cincuenta por ciento más uno del total de los votos emitidos, que el voto sea electrónico, y se adopten medidas de transparencia en el financiamiento de las campañas que deben brindar las mismas ventajas de participación mediática a todos los partidos en la palestra.
Pero como nada de eso favorece los anhelos reeleccionistas del actual Presidente quien mantiene control absoluto sobre los otros dos poderes del Estado: Judicial y Legislativo y todo el estamento de ellos derivado, todo el tinglado se mueve al son del tradicionalismo y la conveniencia oficial que lo ha venido construyendo y perfeccionando desde hace ocho años y cuya maquinaria hoy funciona como si fuera la de un reloj suizo.
Incluso las violaciones constitucionales han sido hechas parecer como jurídicamente legales al tomarse la Corte Suprema de Justicia, atribuciones legislativas y declarar inconstitucional un artículo de la Constitución y otro del Código Penal, que incluso prohibían a los funcionarios públicos hablar y alentar la reelección presidencial.
La Corte actuó a petición de quince diputados del Partido Nacional y del expresidente de la República, por ese mismo ente político, Rafael Leonardo Callejas, quien iba a lanzarse como precandidato, pero sus ambiciones han sido truncadas por la justicia de los Estados Unidos que le juzga por haber recibido coimas como dirigente deportivo del fútbol de Honduras.
Para septiembre de este año el Tribunal Supremo Electoral ha programado elecciones internas en todos los partidos políticos nacionales, pero los de LIBRE las harán hasta octubre esperando ver quiénes serán sus contendores oficiales y tomar una decisión en consecuencia, mientras los nacionalistas se dedican a recolectar un millón de firmas para que la reelección que dan por hecha sea regulada en forma alterna y no continua.
En el tintero se quedan algunos artículos constitucionales que habría que reformar para que el proceso reeleccionista sea del todo legal, algo que solo compete al Congreso Nacional en dos legislaturas, lo cual ya no es posible en el tiempo, pero que tampoco preocupa a quienes quieren seguir en el poder y que violan a diestro y siniestro la Constitución, tan parchada a conveniencia, que si fuera una prenda de vestir, sería imposible para quien no la haya observado en su concepción original, decir de qué color y tela está confeccionada, por lo que, uno o más parches más , es lo de menos.
Todo ello convierte a los hondureños en edad de elegir y ser electos, en verdaderos sadomasoquistas en el campo político, con todas las acepciones groseras y eróticas de las diversas definiciones de este acrónimo polisémico con que se califican desviaciones psicofísicas de los seres humanos.
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