Trampa electoral

Trampa electoral


Por Edmundo Orellana
Catedrático universitario

De los cuatro partidos con posibilidades de llegar al poder, dos promueven la reelección. Los otros dos, se oponen; uno por tradición y principios y el otro porque es de reciente creación y su líder está convencido de que será el más votado.

El partido de gobierno es el que con más fuerza la promueve. Su virtual candidato se ha caracterizado por irrespetar sistemáticamente la Constitución.

Siendo presidente del Congreso Nacional demostró importarle muy poco el imperio de la Constitución. Destituyó a los magistrados de la Sala de lo Constitucional cuando sospechó que podrían otorgar el amparo presentado por su correligionario, el exalcalde, quien alegaba fraude electoral en las elecciones internas de su partido y exigía el conteo “voto por voto”. Los sustitutos, además de no otorgar, obedientemente, el amparo presentado por quien ahora se desempeña como designado presidencial, derogaron dócilmente, a petición de un grupo de diputados y de un expresidente, todos nacionalistas, el artículo constitucional que prohibía la relección, cuyo carácter pétreo no permitía, ni siquiera, la reforma constitucional por el Congreso Nacional. Prefirieron violar la Constitución que consultar al pueblo vía plebiscito -como era lo correcto- por miedo a perder la consulta. ¿Si son capaces de esto, de qué no serán capaces en las elecciones presidenciales? Estos son, apenas, dos ejemplos de las muchas violaciones constitucionales en las que ha estado involucrado el Presidente.

En estas condiciones, es difícil admitir que en las próximas elecciones, de participar el Presidente como candidato, se respete la voluntad popular. Si su correligionario y contendor en las elecciones primarias, lo acusó de fraude, qué no podrá hacerle a un adversario de otro partido. Ningún candidato, incluido el expresidente Zelaya, que dice estar seguro del triunfo, tiene posibilidades reales de ganar las elecciones.

Zelaya alega que si se inscribe el Presidente, él tiene derecho a inscribirse. Tiene razón. No la tiene, ni él ni el otro candidato, que está seguro de que será el más votado, cuando alegan que ganarán las elecciones. Ambos están cegados por su delirio presidencialista. Tampoco la tienen quienes confían en el triunfo con un candidato único de la oposición. Subestiman el hecho de que el Presidente tiene el control de todas las instituciones estatales, incluidas las competentes en materia electoral, y tiene a su disposición el presupuesto estatal; está, por consiguiente, en posición de manipular el proceso electoral y su resultado. También subestiman el hecho de que, por sus antecedentes, es capaz de hacerlo.

La única posibilidad de que el proceso electoral sea confiable y sus resultados creíbles, es que se apruebe la segunda vuelta electoral. Con esta reforma, se asegura que el candidato que ocupe el primer lugar en las elecciones, pero que no obtenga más del 50% de los votos, debe someterse a otra elección para medirse con el que obtenga la segunda posición, quien, eventualmente, podría ser apoyado por las fuerzas de la oposición. Por eso, el PN se opone a esta reforma, porque está consciente de que la manipulación puede asegurar la victoria en la primera vuelta, no en la segunda.

Si la segunda vuelta electoral no se aprueba y el Presidente insiste en reelegirse, la oposición debe evaluar la pertinencia de su participación en el proceso electoral. Si participan con las reglas vigentes, podrían estar avalando el continuismo del Presidente y asegurándole su permanencia en el poder indefinidamente.

Si la oposición decide no participar, no hay elecciones, porque de haberlas con un único partido, pierden legitimidad y reconocimiento internacional.

“La política, decía León Gambeta, es el arte de las transacciones”. A negociar entonces, para pactar lo que a Honduras conviene.

Si la inmadurez o intransigencia no permite llegar a acuerdos convenientes para el país, que no lloren mañana como niños los que hoy fueron incapaces de defender como hombres.

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