A VER SI SE OLVIDA

A VER SI SE OLVIDA


Editorial La Tribuna

A ningún gobierno le gusta que se hagan públicos los temas que les desagradan. Su preferencia sería que todo permaneciera oculto, en secreto, que no hubiese divulgación de nada que los obligue a aclarar la información o a rebatir la denuncia. Sin embargo esa es la función de los medios de comunicación en aras de la transparencia. (Para su equilibrio, la democracia requiere de los frenos y contrapesos), ¿cuál sería la respuesta de la autoridad frente a los flagelos que golpean a la gente, si estos se mantuviesen escondidos sin salir a la luz pública? Es la cobertura, la exposición de los problemas, la crítica –las fotos que incomodan por aquello que “ojos que no ven corazón que no siente”– y el debate lo que obliga a que ofrezcan una respuesta y que actúen con mayor diligencia sobre los mismos. La prensa –cuando es libre e independiente y no panfletaria, sometida por el régimen, como sucede en esas autocracias autoritarias– es la que obliga a que estos temas afloren. No es del interés de la sociedad tener una prensa disimulada que evada su obligación de informar y de presionar sobre los distintos tópicos del acontecer nacional.

Una demostración de esa propensión de los gobiernos de evitar la deliberación de los asuntos que les afecta, se evidencia en la carrera armamentista desatada en la región centroamericana. Un contrasentido en países acabados que requieren invertir todos sus limitados recursos no en armas, sino en sus necesidades básicas para mitigar el grosero sufrimiento de la pobreza. La tranquilidad de todos deriva de que exista un balance regional. Que ninguno tenga superioridad como para agredir al otro. Sin embargo, ese tema sensitivo, de seguridad nacional –dizque porque amenaza romper la armonía entre los gobiernos centroamericanos– ha desaparecido de los espacios de análisis y discusión desde que el gobierno nicaragüense prohibiera tajantemente a sus funcionarios referirse a la compra de equipo de guerra que están adquiriendo de los rusos. “Solo el presidente de la república y el Ejército de Nicaragua están facultados para abordar temas de seguridad nacional”. Nada hubiese trascendido de no ser porque la agencia de noticias oficialista rusa destapó las transacciones. Desde que el gobierno nicaragüense instruyó taparse la boca nadie volvió a pronunciar palabra. Los ticos protestaron que esa compra de equipo bélico era un riesgo para su seguridad territorial. La embajadora estadounidense en Nicaragua informó que, “estaban pidiendo información sobre el propósito de comprar esas armas a Rusia”. Sin embargo, hasta la fecha se ignora si obtuvieron explicación satisfactoria.

Nadie quiere hablar sobre el particular, esperando que al no hacerlo, desaparezca el problema. Por lo general un escándalo dura tres días y luego la gente se aburre esperando un nuevo aluvión. Lo raro es que aunque a todos compete y a todos afecta, tampoco ha habido mayor cosa que se diga en el resto de los países de la región. No salen de decir que son actos soberanos de cada país. Suponemos que para no tentar la concordia que mantienen.

(Lamentable sería, si algún día, que ni Dios lo quiera, esos que se están armando agarran o uno de sus vecinos con los calzones en la mano, sobre todo cuando siguen latentes diferencias fronterizas). Asumen que si nadie habla de ello el tema se olvida y santo remedio. Como tapar el sol con un dedo.

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