“Estudiantes encapuchados”

“Estudiantes encapuchados”


Por Roberto C. Ordóñez

Los estudiantes de todos los tiempos han sido rebeldes o revoltosos, según los vientos que soplen. Sus movimientos han tumbado hasta gobiernos. Aquí, en 1954 del siglo pasado, los movimientos en las calles para botar a don Julio Lozano Díaz los iniciaron los estudiantes. Los militares solo llegaron a nancear el 21 de octubre de 1956.

Los mismos estudiantes universitarios se fueron a las calles para exigir la autonomía y paridad universitaria) la paridad fue abolida después en todas partes), lo que al fin lograron sin realizar actos de barbarie, pillaje, daños a propiedades privadas y públicas y otros destrozos. Los estudiantes exigían esas cosas con discursos en las plazas públicas y en manifestaciones multitudinarias con la cara al sol. Nada de enmascarados.

Cuando esos movimientos estudiantiles universitarios se iniciaron yo estaba todavía en secundaria, pero muchos nos uníamos a oír los encendidos discursos de los líderes estudiantiles universitarios.

El once de junio, fecha del natalicio del Padre José Trinidad Reyes, se publicaba el Tornillo sin fin, al que los estudiantes llamaban su órgano viril. Con mucho ingenio se criticaba al gobierno y hasta a ciertos personajes de la vida privada. A veces se les pasaba la mano con insultos y el honor de las personas pero sin llegar a las manos ni realizar actos vandálicos.

Un comité de finanzas se encargaba de conseguir los fondos que siempre desaparecían.

En la misma fecha se leían “Los Considerandos”, otra forma de hacer críticas. Se leían desde algún balcón cercano al parque de La Merced.

Durante mis cinco años de estudiante de economía, tres fui representante estudiante ante el Claustro Pleno Universitario porque solo se permitían estudiantes del tercer año en adelante. La ley excluía a los de primer y segundo cursos por su falta de experiencia.

Más de medio siglo después, aún amo entrañablemente a mi Alma Máter y me preocupo por lo que ocurre en su seno. Desde esta columna he abordado varias veces el tema universitario; insistí porque se realizaran exámenes de admisión hasta que al fin los pusieron en práctica, de modo que no soy un advenedizo ajeno a la Universidad que me formó y formó a cuatro de mis seis hijos.

Después de un largo período de anarquía en que muchos sectores pasaron sin que pasara nada, la Universidad entró en una etapa de reforma y seriedad en que todavía están enfrascadas sus autoridades. Aún falta mucho y alguien debe hacerlo.

La actual rectora puso en su lugar al sindicato que era el que mandaba antes; estableció normas más estrictas en cuanto el rendimiento, incluyendo la elevación del índice académico y muchas otras cosas más. Lástima que a la señora rectora la hayan metido en tanta cosa y en tanta comisión que el tiempo no le alcanza para hacer más reformas. Hasta un hospital le toca manejar a la señora.

Pero como dice el viejo refrán “otra vez la burra al trigo”, esta vez con estudiantes politizados apoyados por un partido Libre que no niega su apoyo a los encapuchados.

Los estudiantes haraganes encapuchados exigen que se deroguen todas las reformas académicas establecidas en bien de ellos mismos.

Quieren eliminar los exámenes de admisión; repetir las materias hasta la eternidad; volver a la anacrónica paridad estudiantil; no pagar ninguna clase de cargos contemplados en el plan de arbitrios, y en fin, hacer lo que su santa gana les de y pasar lisos todas las materias.

En esta parte de sus bochinches, le ganaron el pulso a las autoridades, que para empezar les bajaron el índice académico de 70 a 65 por ciento. Las autoridades prometen platicar nuevamente en 2017, pero mientras tanto los encapuchados siguen en pie de guerra y la Universidad paralizada.

Lo triste es que estos “estudiantes” delincuentes enmascarados cuando los persigue la Policía van a refugiarse con garrotes, piedras y encapuchados a la oficina del Comisionado de los Derechos Humanos y el buen señor los recibe con los brazos abiertos.

El gobierno se esfuerza en brindar mejor educación y tecnología para lograr el desarrollo de Honduras. El Presidente Hernández lo repite hasta la saciedad, pero no se oye padre.

¡Ni el Padre Trino le oye!

Comentarios

Entradas populares