La cuestión de la UNAH

La cuestión de la UNAH


Por: Juan Ramón Martínez
Por formación profesional, y básicamente, por duda metódica como dirán los colegas que mejor escriben, me niego aceptar que los problemas complejos tengan respuestas simples. Por supuesto, dentro del problema, están las bases de la solución y entre los involucrados, vía el diálogo, se puede llegar al acuerdo necesario, manteniendo fidelidad a los objetivos nacionales y a los principios que norman la convivencia ciudadana. En el caso del problema universitario, no acepto que sea -como dicen algunos- un problema político el que crea los desacuerdos entre los estudiantes y las autoridades. Ello suena muy simple e ingenuo. Y mucho menos, que sea LIBRE el que cree la inestabilidad y la resistencia de parte de un sector de estudiantes de la UNAH que se oponen -y esto hay que tenerlo presente para no equivocarnos en el enfoque y postergar innecesariamente las soluciones- a que se les apliquen medidas, sin que se les haya dado participación en la decisión de las mismas. Por supuesto, aceptar esta afirmación, que puede parecer peregrina e incluso fruto equivocado del alejamiento a que nos provoca, la actual dirección universitaria a muchos observadores de los conflictos, tiene su base en el hecho que se olvida que se ha pasado de una universidad paritaria -de repente inadecuada, que permitía la manipulación de los profesores sobre los alumnos, creando un clientelismo político que de repente ha florecido dañinamente en el interior de los partidos políticos actuales- a una, en la que los estudiantes no tienen ninguna participación. Produciendo un salto muy profundo creando una brecha muy ancha. Aceptar este hecho obvio, puede ser el principio de un inevitable acto de reflexión que, nos ayude a entender que el orden por el orden, termina cayendo en el autoritarismo. Y que, si preparamos las generaciones futuras, no las debemos castrar, sino que por el contrario, enseñarles las ventajas de la diversidad, la obligación de la discusión ordenada y la búsqueda del acuerdo inteligente para todos.

Una universidad no se mide -aunque como lo inventan los tecnólogos las variables a su gusto para obtener los resultados donde se sienten más cómodos- por la belleza de sus edificios, sino que fundamentalmente por tres cosas: la calidad de sus estudiantes, la influencia de sus egresados y el prestigio de sus docentes. Los burócratas -y no uso el término con ánimos peyorativas; ni mucho menos -están al servicio del prestigio de la universidad. Y en ningún caso, por ellos mismos, son los que determinan la calidad y calificación final de la institución que se trate. El que la UNAH sea más ordenada que antes, no debe sorprender. Es una obligación de sus autoridades. Lo que hay que preguntarse es si, el nuevo orden, da nuevos resultados. Y los resultados, solo tienen valor, si apuntan a crear un mejor escenario educativo, en donde prive la libertad y el desarrollo de la creatividad. Y en el que maestros y alumnos, busquen la verdad, desarrollando la creatividad y la imaginación que, una vez egresados, pongan al servicio de una sociedad mejor.

Colocar las cosas al revés, produce los resultados que vemos. Se privilegia el orden, se celebran las edificaciones; pero se menosprecia a los estudiantes, se descuida la calidad y se niega atención a los docentes. Los resultados serán el conflicto irracional en donde la discusión no es quien tiene la razón, sino cuántos daños se le infieren a la sociedad con la sustitución del diálogo civilizado por el garrote, la cabeza cubierta y la desobediencia innecesaria e indebida. Creo que hay tiempo para rectificar. Pero hay que pedirles a las autoridades, dirigentes estudiantiles y a los docentes, que igual que en 1956 se ensayó el modelo de Córdova de 1919, que entiendan la necesidad de crear una universidad que luche contra el subdesarrollo, que sea factor de solución a los problemas del país. Ahora, pareciera que la UNAH no tuviera compromiso con la sociedad.

El autoritarismo, la arrogancia y la prepotencia, animan a los opositores a la resistencia. Por el contrario, la participación, la discusión y el acuerdo, producen mejores resultados. Incluso más importantes que los bellos edificios que tan bien lucen en la UNAH, actualmente. Pero que no significan, por ellos, mejoramiento total de la primera casa de estudios del país, llamada a servirnos a todos.

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