El amigo del diablo

El amigo del diablo


Opinión

Realmente mi profesión universitaria es para procurar asesorar en defensa, como en denuncia, pero cuando escucho los alegatos en la sociedad de: si estar privado de libertad en los batallones o en la Penitenciaría Nacional es un privilegio en los primeros, no me queda más remedio que escribir mis pensamientos: El Diablo tenía un amigo y este le pidió un préstamo (pacto), y el Diablo le dijo: ¡mira, te voy a conceder el préstamo, pero el 31 de diciembre, a las doce de la noche, te vengo a recoger! El amigo consintió y, bueno, llegándose el día establecido, el amigo del Diablo no se quería ir de este mundo y decidió llegar a la fiesta teñido de negro y con su cabeza rapada.

El Diablo, por su parte, llegó a la fiesta para llevarse a su amigo y como ya pasaban las doce y no lo encontraba decidió llevarse al único trigueño del lugar.

Resulta que cuando llegaron a la entrada del infierno, el Diablo comprobó que se había traído por casualidad a su amigo; pero le dijo: como sos mi amigo te dejaré solo en esta bartolina; al paso de los meses, el amigo, aburrido por estar solo y escuchando que en la celda contigua varias personas gritaban lo siguiente: ¡Ahí viene, ahí viene!, parecían bien alegres y decidió pedirle al Diablo que lo pasara a la jaula de la par; entonces, el Diablo le dijo: bueno, vos sois mi Amigo, pero si eso es lo que prefieres espérate para mañana, te cambiaré de celda, ¿y qué sucedió? Que la celda contigua era una fosa séptica donde las heces les llegaban a los detenidos hasta el cuello y, de paso, les habían adaptado una guillotina a la medida del local y la única acción para evadirla era sumergiendo la cabeza. Por eso gritaban, ¡ahí viene, ahí viene!

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