Signos de corruptos


Signos de corruptos
JULIO ESCOTO

Los pueblos son excesivamente confiados pues entregan los cetros del poder, sin prevención ni controles, a quien les conquistan el corazón electorero. Tras el triunfo se despreocupan del desempeño hasta la nueva jornada de sufragios, lo cual es desde luego grave error, ya que un gobernante a quien no se supervisa cae fácil en las tentaciones del abuso y el robo.

Según expertos, la insistente historia de los corruptos del mundo permite ya identificar ciertas características constantes que categorizan a un ladrón y, más incluso, a un prospecto de dictador. Con suma frecuencia cumplen los siguientes pasos, descritos cada cual con una palabra: corrupción, extravagancia, opresión y brutalidad...

El primer y mayor signo de que alguien se hizo corrupto (proceso de fases y etapas) es cierta tendencia a exhibir la súbita riqueza, usualmente en modo extravagante pues es siempre una declaración de poder. El sha persa Reza Pahlavi celebró los 2,500 años de la monarquía (1971) con una fiesta que costó cien millones de dólares. A lo extenso de las ruinas de Persépolis instaló cientos de lujosas carpas que albergaban a chefs del súper restaurante Maxim parisino con vino en copas Baccarat y menú de pechugas de pavo real servido sobre porcelana Limoges. La excusa: el evento ayudó a “conseguir inversiones y mejorar las relaciones con otros líderes del mundo, además de proveer nombre (marca) a Irán”. Suena conocido, ¿eh?

La extravagancia de la filipina Imelda Marcos fue coleccionar 2,000 pares de zapatos, joyas, 175 obras de arte supremo, 15 abrigos de mink, 508 trajes de noche, mil carteras y cuentas en Suiza por US$ 10 mil millones. Suharno le robó a Indonesia, en tres décadas, 30 mil millones de dólares, mientras que Idi Amín se autodeclaró doctor en filosofía, rey de Uganda y los animales de la tierra, así como vencedor de Inglaterra. Otros se compran avioncitos caros o se gastan trescientos mil dólares en viajes de lujo.

Cuando el escándalo es ancho y no puede ya ocultarse la transgresión a la ley, el mandatario o funcionario recurre a imponer silencio mediante el soborno o la fuerza: seduce o hace chantaje a los dueños de medios, compra comunicadores y escritores baratos, genera noticias inventadas desde sus propias redes y call centers, desprestigia e infama, espía y escucha clandestinamente y, en final instancia, cercano a la desesperación, censura o cierra diarios y emisoras. Es la opresión.

El deterioro psicológico finalmente lo orilla a la brutalidad, que es cuando echa sus perros de garra sobre las multitudes que protestan ahogándolas con gases lacrimógenos y mostaza, arrestándolas, secuestrándolas e incluso asesinándolas, la dictadura va pronta a caer, no se sostiene, pero el público indolente que lo creó es incapaz de cerrar los círculos del reclamo y la amonestación. Espera hasta que cumpla su período para enterrarlo en la historia.

Excepto que la historia nunca devuelve los bienes secuestrados, estos parten para siempre al destino sucesivo de herederos que, con o sin vergüenza, ríen igualmente de la mediocridad cívica popular. Disculpen que luzca duro diciendo lo cierto pero la verdad jamás perdonaría que invente o mienta: gobernantes mediocres nacen solo de pueblos mediocres que los ovacionan…

¡Qué hacer?... Reflexionar y meditar, seleccionar con el más fino filo a quienes puedan gobernarnos enrostrándoles la verdad ––grosera, severa y cáustica, como sea, incluso insultante— en el momento previo a la elección, para denunciarlos, avergonzarlos y apartarlos. Declarar pícaro al pícaro es obligación moral…. Pero, ¿tienes valor, ciudadano?

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