El juicio del mono
El juicio del mono
Otto Martín Wolf
Así se llamó hace casi cien años un evento en que chocaron los creyentes fundamentalistas de la creación bíblica y los seguidores de la ciencia.
En aquella época (alrededor de 1925), la legislación de Tennessee (USA) prohibía la enseñanza en las escuelas de cualquier teoría sobre la creación que no fuera la que aparece en la Biblia.
Entonces, un profesor de ciencia de apellido Scopes fue acusado por las autoridades de un pequeño pueblo llamado Dayton de haber enseñado algo de lo que aparece en el libro El origen de las especies, de Charles Darwin, que contradice la creación “mágica” y demuestra de manera científica cómo el hombre evolucionó desde pequeños organismos simples hasta lo que es en la actualidad.
El asunto tomó tanta relevancia que el más famoso abogado de los Estados Unidos en aquella época, Clarence Darrow -defensor de los derechos civiles-, tomó la defensa de Stokes, mientras que el fiscal fue William Jennings Bryan, tres veces candidato a la presidencia de los Estados Unidos y experto en religión y Biblia.
El pequeño pueblito de apenas 1,600 habitantes se convirtió en el centro de atención del país. Los más importantes periodistas llegaron a cubrir el juicio, que también fue el primero transmitido por radio.
Durante seis días, la nación estuvo atenta a todos los incidentes, mientras que más de treinta mil personas abarrotaron el pueblecito.
Dicen los reportajes de la época que quinientas personas lograron entrar a la sala del juicio (que tenía una capacidad apenas para 150) y afuera quedaron varios miles oyendo por improvisados parlantes.
La defensa argumentó que la Biblia tenía grandes inconsistencias: las conocidas como Josué deteniendo un sol que no se mueve, y que no existe una ballena que pueda contener vivo a un ser humano, como sucedió con Jonás. Pero no se trataba si la Biblia era exacta o no, sino de que la ley prohibía enseñar la evolución, aunque la asignatura de ciencia era obligatoria y la Biblia no es un texto científico, por lo tanto, ¿en qué se podía basar el profesor de ciencia para cumplir con su deber?
Una revelación muy importante fue la del abogado acusador, quien en determinado momento dijo que se podía precisar la edad del planeta en cerca de seis mil años, ya que un estudioso de la Biblia había sumado todas las edades de sus protagonistas. La defensa preguntó entonces que cómo podrían existir fósiles cuya edad estaba comprobada en millones de años, a lo que alguien contestó que la Tierra había sido creada por Dios con todo y esos antiquísimos fósiles.
El acusador tuvo que aceptar que los días bíblicos podían haber sido mucho más largos, quizá de millones de años actuales cada uno y -por lo tanto- los fósiles sí podían ser tan antiguos como los científicos decían. Pero, claro, la existencia de fósiles comprueba la evolución de Darwin y elimina la creación “por decreto”.
Sobre ese juicio se escribió un libro y se han hecho varias películas, la mejor la protagonizada por los legendarios Frederik March y Spencer Tracy, la cual recomiendo con cinco estrellas (Heredarás el viento).
En una próxima entrega contaré lo que hubo detrás del juicio, algo tan sorprendente e increíble como las más modernas tramas políticas de la actualidad.
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