Sector agroalimentario: importante económicamente, pero abandonado

Sector agroalimentario: importante económicamente, pero abandonado


JORGE FLORES SILVA
Cada año, el sector agrícola ha ido contribuyendo menos a la formación del Producto Interno Bruto (PIB), hasta ubicarse en alrededor del 15%, sin embargo, hace diez años su contribución al PIB era del 25%. Este fenómeno se explica por la falta de apoyo a este importante sector de la economía, que pese a todo contribuye con el 34% de la Población Económicamente Activa (PEA).

El abandono se expresa en la ausencia de los servicios de apoyo productivo como el crédito, la asistencia técnica, mercadeo y canales de comercialización, educación, adecuados sistemas de riego… con frecuencia se dice que los rubros provenientes del sector no son competitivos, y aunque nos alimente no hay que producirlos, al grado tal que tenemos que importar lo que nos alimenta, esto explica la escasez y el alza en los precios de los productos de primera necesidad.

Tomando en consideración los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE), estos revelan la gravedad y abandono que se vive en los campos hondureños: el 95.2% de las explotaciones agrícolas pequeñas tiene el 38.5 % de la superficie, en tanto que el 4.8% de las explotaciones grandes controlan el 61.5% de la superficie. Este dato por sí solo explica no solo el grado de concentración agraria y la explotación extensiva, sino también la baja producción por debajo del potencial del sector.

La situación se vuelve doblemente grave cuando se analizan los indicadores de crédito y asistencia técnica. El sistema financiero por su propia naturaleza y bajo el argumento de que la agricultura es muy riesgosa porque está expuesta a los vaivenes de los inviernos y las sequías, exigen demasiados requisitos para ser sujeto de crédito en este sector, por lo que del total de explotaciones y/o empresas apenas el 5.5% recibe crédito y la mayoría se canaliza para las grandes unidades de producción, dejando al pequeño productor agrícola que se las arregle por sí solo. Al no haber financiamiento, entonces no se pueden tecnificar las fincas, no hay dinero para acceder a los insumos agrícolas o a la compra de bienes intermedios tan necesarios para la producción, cayendo siempre en el mismo círculo vicioso de baja producción, desempleo y caída de los ingresos familiares.

En cuanto al apoyo e incorporación de progreso técnico, también es muy limitado para el sector agrícola, apreciándose similar comportamiento con el financiamiento. Apenas el 4.2% de las unidades de producción agrícola reciben asistencia técnica, concentrada de manera preferencial para las grandes explotaciones. Primero porque sus tierras son mejores, no marginales como la de los pequeños campesinos, además las grandes explotaciones tienen mayores posibilidades de adquirir títulos de propiedad, los rubros a los que se dedican corren menos riesgos ante los embates de la naturaleza. Sumado a esto, el comportamiento conductual de quienes brindan asistencia, que prefieren tratar con una persona con mayor escolaridad como es el caso de los grandes productores, porque se les facilita asimilar las instrucciones dadas por el técnico; en cambio, el campesino e indígena, por su poca instrucción escolar, le es más difícil atender las indicaciones y muchas veces no sabe leer las recetas, instrucciones o indicaciones para el proceso de preparar las dosis o combinaciones de los insumos utilizados en el proceso productivo. De ahí se colige la urgente necesidad de sumar a los servicios de apoyo complementario para producir los servicios de educación básica especializada en el área.

El sector agropecuario, aunque muchos no lo conciban así, todavía sigue siendo alternativa de desarrollo humano sostenible. Para ello hay que pensar en una estrategia económica de largo plazo que garantice la seguridad alimentaria, evitando la desarticulación de la agricultura campesina e indígena y no solo dar preferencia a la agricultura industrial, que favorece la producción para el exterior. Basta con ir a los supermercados para darse cuenta que están llenos de productos importados que bien podrían producirse en el país, y su consecuencia es más desempleo, alza de precios, déficit crónico y desencanto social. Todavía es tiempo de revertir el problema, se vuelve urgente impulsar una economía para la vida

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