La raíz y no las ramas

La raíz y no las ramas


Por: Julio Raudales.
Lo que va de marzo nos ha dejado algunas sorpresas, ¡y parece que seguirán!

Durante los primeros días del mes, el Presidente anunció el inminente cierre de la Dirección Ejecutiva de Ingresos (DEI), un organismo célebre desde su fundación por sus abusos, politización y la evidente corrupción en el seno de sus estructuras.

La primera en mostrarse sorprendida por el anuncio fue la propia directora, quien se mostró estupefacta por la premura y aseguró el inicio de acciones rápidas para cumplir con el mandato presidencial.

Ya a mediados de 2012, el Ejecutivo había decidido intervenir la oficina recaudadora, alegando no solo vicios de corrupción, sino que inoperancia y desidia. En aquella comisión había nombres prestigiosos como Jorge Yescas y Roberto Jerez.

Hicieron un buen trabajo, exhibieron públicamente el desastre administrativo y los problemas estructurales. Nos mostraron abiertamente cómo las mafias dominaban al recaudador en contubernio con empresarios voraces y autoridades impávidas.

Pero no sirvió de nada. Al final el Presidente recibió el informe y recomendaciones sin realizar un solo cambio propuesto y limitándose a nombrar un director, Mario López (Q.E.P.D.), sin colmillo, capacidad ni ganas de realizar la anhelada restructuración.

Aún recuerdo cuando a mediados de los 90’s la DEI fue creada con la esperanza de mejorar la eficiencia en la recaudación tributaria. Yo trabajaba en la entonces Secretaría de Hacienda y Crédito Público (hoy SEFIN), como analista de ingresos fiscales.

Algunos de mis colegas ya veteranos como Feliciano Herrera, veían con escepticismo al nuevo organismo. Sin embargo otros creían que la separación de la función política de la recaudadora era algo positivo.

Hoy, a 20 años vista, caemos en cuenta que nada funcionó. Es cierto, la recaudación ha crecido, pero de forma vegetativa, es decir, por la inflación y los continuos decretos que desde el Congreso Nacional, raspan y raspan el “fondo de la olla” con el fin de procurar recursos para el erario.

Hace unas horas en un hecho inusitado, el ejército allanó las oficinas centrales y regionales de la DEI. Conminaron al personal a abandonar su trabajo previo entregarles el temido “sobre blanco”. Hubo llanto, preocupación y ahora incertidumbre.

Parece que existe la firme decisión de acabar con la vetusta, anacrónica, obsoleta y desmadejada institución para comenzar desde “cero” con un ente recaudador ahora sí, con estándares de calidad que le permitan cumplir de forma adecuada con su objetivo.

Pero la acción obliga a cuestionarse qué tan efectiva será esta medida si es que realmente queremos un sistema tributario ordenado, transparente y progresivo (que tienda a generar equidad).

Por supuesto que es necesario actuar de inmediato para cambiar la realidad de la institución. Ojalá y esta vez el personal se elija en base a criterios técnicos y no políticos; que se elimine de una vez la delincuencia institucional y se establezca una cultura de transparencia y apego a la ley.

Pero hay un elemento político (o de política) que trasciende a este esfuerzo: Es necesario hacer una profunda revisión y reestructuración de nuestro sistema tributario. Esto como dije, va más allá del ente recaudador; es asunto de decisiones, de economía política.

Nuestro sistema tributario es uno de los más inequitativos del mundo. Altamente regresivo, pernicioso para los pobres, pródigo en exoneraciones para privilegiados y draconiano con los pequeños y medianos productores. En resumen: nuestro esquema de impuestos está diseñado para fabricar miseria y evitar competitividad.

De ahí que resulta urgente retomar el tema del diálogo fiscal. El asunto va más allá de crear o reestructurar una oficina de impuestos. La diferencia básica entre Honduras y los países prósperos, estriba justamente en la conformación de un gobierno que facilite la vida a sus ciudadanos en vez de afectarles con cargas severas.

Economista y sociólogo, vicerrector de la UNAH y exministro de Planificación y Cooperación Externa.

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