LAS REMESAS Y LA DEVALUACIÓN


LAS REMESAS Y LA DEVALUACIÓN
Editorial La Tribuna

LA autoridad monetaria, empujada por las aves agoreras, no detiene la devaluación de la moneda. La procesión continúa, seguramente para unirse con la del Santo Entierro durante la Semana Santa. Pasito a pasito, rumbo al precipicio, ya tienen al lempira a 22.80 por dólar. Con el encarecimiento de los insumos esenciales, de las materias primas que no se consiguen en el país, necesarias para la industria nacional, de los alimentos básicos que se importan porque no hay producción suficiente para abastecer la demanda interna, de las medicinas, la mayor parte de ellas que no se elaboran localmente, del material para los centros de salud públicos y privados, y de los demás artículos primordiales de consumo familiar, no hay ni la más mínima consideración al sufrimiento del pobre pueblo pobre. Pese a la debacle del precio del crudo en los mercados internacionales, una de las razones del más alto costo de las gasolinas en la bomba, aquí en Honduras que en cualquier otro país de la región, con excepción de Costa Rica, es por los efectos de esa desplumada inmisericorde que le pegan al “indito” Lempira.

Mientras, los arcabuceros del FMI, desde la planicie afinan la puntería aguardando el momento propicio en que el indómito asome por el filo del peñón, para acertar el tiro fatal. No hay razón para que continúen devaluando. Los datos preliminares del Banco Central de Honduras muestran que el ingreso de dólares, en concepto de remesas, ha crecido alrededor del 12 por ciento en relación al mismo periodo del 2015. Lo anterior es producto de algunas medidas ejecutivas adoptadas por Washington que favorecen a los compatriotas inmigrantes y, con la recuperación de la economía norteamericana, muchos han podido obtener mejores trabajos, y enviar a sus familiares parte de esos ingresos. A la fecha se contabilizan alrededor de 630 millones de dólares, producto de los envíos del exterior, mayor en 67.6 millones de dólares en comparación al año anterior cuando anduvo en 562.5 millones de dólares, lo que representa un incremento del 12 por ciento. El año pasado al país ingresaron alrededor de 3,730 millones de dólares mientras se calcula que este año andaría en aproximadamente 3,953 millones de dólares. Convirtiendo esa cantidad, al cambio actual del lempira devaluado, representa la respetable suma de 85,272 millones de lempiras.

Repare el amable lector, lo que ingresa al país producto del sudor de estos cientos de miles de compatriotas que se fueron huyendo de su tierra, por falta de trabajo digno, de oportunidades seguras para sus familias, por temor a la violencia o por cualquier otra de las razones que obligan a la migración. Las remesas familiares son la principal fuente de divisas para el país. Son recursos frescos que ingresan para mantener el relativo equilibrio económico y financiero. Sin esos recursos, se desplomaría la frágil economía nacional. Desde que el país, después del huracán Mitch –por gestiones del gobierno de aquel entonces– obtuvo protección para nuestros compatriotas indocumentados, por medio del TPS y de la moratoria temporal a las deportaciones, el nivel de las remesas familiares ha venido creciendo exponencialmente. Antes, el monto de las remesas era insignificante. Así que esa es bendición caída del cielo. Es parte del legado positivo que quedó de atrás. Lo menos que pueden hacer, si el país se ahorra millones de dólares en la factura petrolera –consecuencia de la caída estrepitosa del precio del barril de petróleo– si las exportaciones han incrementado como consecuencia de la recuperación de la economía estadounidense, si las remesas este año van a ser mayores a las del año pasado, es dejar de jorobar al pobre pueblo pobre, con esa incesante devaluación del lempira.

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