Cosechando tempestades

Cosechando tempestades

Roger Martínez

Hace tiempo leí que para un país en el que se producía como en África era peligroso que se quisiera vivir como en Europa. Y esto es aplicable no sólo para una colectividad sino también para las personas de manera individual. Es experiencia conocida que cuando una persona quiere vivir más allá de sus posibilidades y llevar un ritmo de vida que supera sus ingresos, termina hundido en las deudas y presa de la ansiedad y la frustración. Es legítimo aspirar a lo mejor, pero es irresponsable buscar lograrlo a cualquier precio.

Desafortunadamente, en la sociedad y economía de consumo de la que participamos, la sobriedad no está de moda. Además, el “cuánto tienes tanto vales” y el “como luces así te trato”, está hoy más vigente que nunca. Incluso, aunque se afirme lo contrario, al final los hombres y las mujeres no son valorados por su capacidad intelectual o por las virtudes que manifiestan sino por el color de la tarjeta de crédito, la marca y el modelo del automóvil que posee, el sitio en donde vive, la marca de la ropa y los zapatos que usa y los lugares que frecuenta. Y no hace falta llegar a la edad adulta para mostrar estas conductas sino, tristemente, casi desde que nuestros niños tienen uso de razón sus conversaciones giran sobre los teléfonos celulares que usan o la marca y el modelo de las zapatillas de deporte que calzan.

Estando así las cosas, no es accidental que jovencitos de últimos años de primaria o primeros de secundaria estén dispuestos a colaborar en actividades ilícitas o dedicarse al narcomenudeo o a la extorsión; y luego, viendo cómo se obtiene dinero fácilmente y como puede rodearse de lujos, crece y madura pensando que hay que ser imbécil para sacrificar cinco años o más de vida en una universidad o ganarse el pan con el sudor de la frente; porque es más fácil y rentable ganárselo con el sudor o la sangre derramada por otros.

No es casual que el tráfico y consumo de drogas y la extorsión se hayan extendido por Honduras de manera tan vertiginosa y que personas de todos los estratos sociales hayan cedido tan rápida y fácilmente a la tentación del dinero fácil. Repito, es legítimo aspirar a una existencia más cómoda, con menos carencias materiales, pero lo que se nos propone es el exceso, y para eso o se hacen negocios turbios o se nace en cuna de oro.

Hemos sembrado vientos, hemos promovido un concepto del éxito inhumano y equivocado, y estamos cosechando muerte. ¡Qué tristeza!

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