Por qué me da vergüenza ser evangélico

Por qué me da vergüenza ser evangélico


Por : Mario Fumero
Los que hoy nos llamamos evangélicos, somos los descendientes de la Reforma Protestante, iniciada por un monje católico llamado Martín Lutero en el año 1517. Este se opuso a la explotación de Roma por las ventas de indulgencia, o sea, el poder comprar el perdón y la absolución, por medio de dinero. Es a partir de ahí cuando a los hoy llamados evangélicos se le puso el epíteto de “protestantes”, porque protestaron contra el abuso del papado, el cual proclamaba doctrinas contrarias a la Biblia, la cual fue la única norma de fe de los “protestantes”.

Hoy día los evangélicos, que eran aquellos protestantes y se aferraban a las sagradas escrituras como su única norma de fe, ya no son los mismos, pues cuando decimos que somos evangélicos, nos identifican con toda clase de persona que tomando en Biblia como escudo, explotar la fe, mercantilizan el evangelio y convirtiendo la iglesia en una empresa mercantil, en donde se vale por lo que tienes, y no por lo que necesitan, cayendo en los mismos errores que combatieron los protestantes de la reforma.

Debido al mal testimonio y el descrédito de muchos pastores e iglesias, que han tomado el camino de la apostasía, predicando una teología mercantilista, fundamentada en la prosperidad e ignorando el dolor humano, es que me da vergüenza decir que soy evangélico, porque automáticamente, me van a identificar con todos aquellos que han tomado el evangelio para lucrarse, y en vez de servir a Dios, se sirven a ellos mismos, como dice la palabra de Dios en Romanos 16:18 “Porque los tales, no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres; y con palabras suaves y lisonjas engañan los corazones de los simples”.

Es por ello que recientemente encontré un mensaje del pastor Nicolás García que me llamó mucho la atención, cuando decía que él no era evangélico, y me pregunté ¿cómo es posible que siendo pastor de una iglesia, expresaba no ser evangélico?, pero al escucharlo detenidamente, comprendí que tenía toda la razón. Cuando ser evangélico te lleva al descrédito, porque no vivimos la verdadera doctrina de los evangelios, es mejor evitar usar este nombre, y definirnos simples como seguidores de Jesucristo, afirmando que hagamos lo que hagamos, somos siervos inútiles, que fue el título que Jesucristo les dio a sus discípulos, después que hicieran todo lo que Él les había mandado (Lucas 17:10).

En realidad ser evangélico o católico no dice nada, simplemente que estamos dentro de una estructura religiosa. Lo que realmente somos no es lo que decimos, sino lo que vivimos y experimentamos en nuestra vida diaria, porque más que evangélicos o protestantes, somos cartas escritas no con tinta, sino con el espíritu del Dios vivo (2 Corintios 3:3). Tristemente muchos evangélicos se han desacreditado, porque al leudar la verdad y mercantilizar el evangelio (Gálatas 5:9) han caído en descrédito (1 Timoteo 3:7), entonces sería mejor llamarse cristiano, discípulo de Cristo, y no ponernos una etiqueta determinada, a menos que demostremos con hechos que Cristo vive en nosotros (Filipenses 3:17).

Hay tantos malos testimonios de aquellos que llamándose evangélico viven desordenadamente, que comprendo claramente la expresión del pastor García al renunciar a decir que es evangélico, y definirse simplemente como un seguidor de Jesucristo. Al fin y al cabo, ni el nombre, ni la denominación, ni la secta, nos puede salvar. La salvación viene por la fe en Cristo Jesús (Efesios 2:8). La fe produce una conversión, la cual a su vez revela en nosotros una nueva criatura (2 Corintios 5:17) lo que marca la diferencia entre un mundano, un religioso, y un verdadero hijo de Dios.

No es decir lo que soy, sino demostrarlo en el diario vivir, eso es lo que cuenta. Antiguamente ser evangélico inspiraba respeto, hoy tristemente ser evangélico produce en muchas personas rechazo, al comparar lo que hacemos y lo que decimos, con lo que vivimos, y ver lo que la Biblia enseña al respecto.

No niego mi origen protestante, ni renuncio a la doctrina evangélica, pero tampoco puedo aceptar que por llamarme “evangélico”, caiga en el mal testimonio de los que actualmente están originando escándalos, al proclamar doctrinas y enseñanzas contrarias a las enseñadas por Jesucristo. La gran mayoría de los sermones que se predican actualmente giran en torno a la prosperidad, dominianismo, guerra espiritual, ecumenismo, apostolado, antropocentrismo, excelencia sobrenatural, y otras tantas aberraciones que nos apartan de la verdad bíblica. Si ser evangélico representa respaldar estas creencias, yo también afirmó que en tal situación, no quiero ser evangélico, sino simplemente un discípulo de Jesucristo.

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