POTRERO, IMPRUDENCIA Y ‘RAPILOCOS’

POTRERO, IMPRUDENCIA Y ‘RAPILOCOS’


Editorial La Tribuna

HACE unos días atrás, ocurrió un trágico accidente en la capital. Protagonizado por la imprudencia de un conductor de esos busitos, denominados “rapilocos” –porque conducen como endemoniados por todos lados– cuando en su desesperación por cargar más pasajeros arrolló, en el mero pavimento, a cinco personas que auxiliaban a las víctimas de un accidente vehicular. Entre los fallecidos, una paramédica y un agente de tránsito que atendían a los heridos, un profesor de primaria, un ciudadano norteamericano y el conductor involucrado en el primer accidente. La paramédica y los socorristas, que se transportaban en una ambulancia, se encontraban en el lugar prestando primeros auxilios a las personas. Mientras esto sucedía, el conductor del busito que provocó la desgracia, aparentemente impaciente por la fila de espera, comenzó a rebasar carros en vía contraria y haciendo maniobras para rebasar una rastra golpeó el cabezal, perdiendo el control del vehículo, golpeando la ambulancia y el otro carro, hasta ir a impactar en las personas, heridos y socorristas, que se encontraban en el lugar del percance. Una docena de heridos fueron ingresados al hospital más cercano.

Cuántas veces hemos referido en este mismo espacio editorial sobre el desorden vehicular que impera en estas calles de la capital, el exceso de velocidad en que conducen choferes irreflexivos, las maniobras de los conductores animales de muchos de esos buses, taxis, microbuses y “rapilocos” que, en forma temeraria, embisten a otros vehículos peleando línea o bien en duelo con la competencia por trepar y bajar pasajeros. Una buena parte de los conductores de vehículos que corren por esas calles de Dios, a saber cómo obtuvieron su licencia. Las señales de tránsito en muchas zonas de la capital son inexistentes y las autoridades municipales como de policía brillan por su ausencia, así que hay poca probabilidad que alguno de esos conductores manudos sea sancionado. Como la creencia es que pueden conducir sin atender las reglas de tránsito, a sus anchas, impunemente, no hay forma de evitar que ocurran tragedias como esta que acaba de pasar, que deja enlutadas a muchísimas familias. Un lector del diario sobre esos “rapilocos” opina lo siguiente: “Cometen todo tipo de arbitrariedades, cambian de rumbo cada vez que se les da la gana y por donde mejor les conviene, se llevan de encuentro a quien se les ponga enfrente, irrespetan los semáforos, se encaraman en las aceras, les tiran encima el bus a los peatones”. “Para poder subir y bajar de un “rapiloco” hay que ser muy listo, porque ni se ha ubicado cuando arrancan a alta velocidad, no les gusta llevar a discapacitados y personas de la tercera edad, hacen las paradas cuando quieren y donde quieren, llevan más gente parada que sentada, hacen todo tipo de virajes bruscos, que a cualquier pasajero desguindan de su asiento”.

A ver si ahora que hay alcalde en el pueblo, pendiente de las necesidades de la ciudad capital, integra un equipo de respuesta con las autoridades de tránsito para buscar solución a ese grave problema vehicular. Los accidentes de tránsito son inevitables, pero es posible evitar muchos de ellos en una ciudad más ordenada y con choferes temerosos que van a ser sancionados por la autoridad si infringen las leyes. De lo contrario, si continúan estimulando la creencia que la capital es potrero donde cada cual relincha a sus anchas, muchos de los logros por las obras estructurales que se están haciendo, van a quedar empañados por el desorden incontrolable en la ciudad.

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