Otro diluvio

Otro diluvio


JULIO ESCOTO

Le diluvia a Honduras: las estadísticas exhiben un crudo subdesarrollo, la economía nunca arrancó, hay corrupción galopante, devaluación mecánica, violencia interminable y como corolario una inútil militarización de la sociedad, en fin, las siete plagas, y eso que los religiosos neopentecostales afirmaban a inicios del año 2000 que veían descender sobre el país halos de luz de benéfica prosperidad, “era de bendición y gracia” la llamaron. Lo que arribó fue el desastre, incluyendo un golpe de Estado.

En la “santa” semana recién transcurrida los pastores evangélicos y protestantes, más ciertos prelados católicos, se dedicaron a promover otro chubasco, uno ideológico que niega la nacionalidad. De común acuerdo, quien quita que concertados, el mayor volumen de sus prédicas y discursos se dedicó a exaltar “la patria de Dios”, a la que pertenecemos todos, y no a esta tierra vulgar de dolor y ansias, creada por el Señor para suplicio de almas. Unos y otros —por radio y tv—insistieron en que nadie debe angustiarse por esta vida sino por la otra y que —por ende, deducción y conclusión— démosle la espalda a lo inmediato. “Somos la voz de Dios” argüían sin pudicia autotitulándose profetas y apóstoles, “la Biblia enseña que la divinidad exigirá cuentas por la salvación del alma, no por la existencia del cuerpo” aluden.

Ello es, evidentemente, parte de un tinglado político, de una estrategia de superestructura para anestesiar (imbecilizar) al local hundiéndolo en el tráfago teológico (que es en sustancia superstición) y limarle y limitarle así su beligerancia ciudadana, el reclamo por las míseras condiciones de vida en que subsiste, cifrarle esperanzas vanas y zambullirlo en el interés por personas y hechos bíblicos pasados, no por la inmediata realidad. La clave del proyecto reside en que aceptes el concepto del milagro, que insta a creer que Dios vigila desde nuestras espaldas de continuo y que rige la experiencia terrestre, lo que es falso ya que el humano es quien construye su entorno y destino o los obstruye. Los encantadores de cobras desempeñan de este modo su mejor papel.

Ese mecanismo de manipulación adormece a los fieles y guarda complicidad con un plan mayor para sostén del statu quo: capándole las glándulas de la rebeldía al hondureño se asegura toda sujeción: política (que sigan los mismos); económica (en vez de estar el Estado a su servicio, como corresponde, se vuelve su esclavo y proveedor); filosófica (lo que acontece es decidido desde el cielo, vano insurreccionarse); cultural (la inmovilidad y la dependencia hacen al buen cristiano; el dinero es pecado, excepto para pagar el diezmo; nada esperes del mundo, allí no está la gloria…).

Se debilitan así, o desaparecen para siempre la fe en la especie humana (que fue genésicamente “maldita”) y la solidaridad (sálvate a ti mismo). Las virtudes de la sana convivencia solo son inculcadas y aceptadas en cuanto rijan dentro del marco religioso, no necesariamente de la comunidad civil, y los modelos de comportamiento jamás son de humanos comunes, héroes diarios, sino de los tocados por fuego divino. Es una cruda extrapolación de la visión de mundo: se reside en el planeta, pero se insta a olvidarse de él (incluyendo sus luchas y debates políticos), y se hace aspirar por un paraíso celestial del que no hay certeza. Son los ejemplos perfectos de la alienación y la enajenación a que inducen las sectas y credos del mundo de hoy.

Estamos obligados a revelar y desmontar ese alambique malevo de ideología y contribuir así a que el hondureño sea por fin libre de toda manipulación material y mental.

Comentarios

Entradas populares