Persistente equivocación

Persistente equivocación


Por Juan Ramón Martínez

En Honduras –tanto el gobierno como la sociedad, que cada día interviene menos– se comete el error de creer que lo que es aceptable y creíble en el país, lo es igualmente en el exterior. El caso de Berta Cáceres –como muchos otros, entre los que destaca el error diplomático en la OEA durante la crisis con El Salvador en 1969– el gobierno, esclerotizado por su tamaño, por el impulso del populismo en su interior y el reflejo que impone en las relaciones políticas el crecimiento del caudillismo, cree que la explicación que da sobre la muerte de la ambientalista, “consumible” en el interior de Honduras, es suficiente adecuada para usarla también en el exterior. Con los resultados negativos que conocemos: que adentro se le cree todo lo que dice la Policía, el ministro de Seguridad y los periodistas que les sirven de voceros. Mientras que en el exterior, nada de lo que dice el gobierno es creíble o aceptable. Especialmente en el caso de Berta Cáceres.

Honduras dice que está haciendo todo lo posible por esclarecer el crimen. Como que si el problema empezara allí. El origen de las dificultades, está en la incapacidad del sistema de seguridad interna, para garantizar la vida de las personas que desde el exterior, el gobierno ha prometido proteger. Es aquí en donde empiezan los problemas. Y es también en esta parte, en donde el gobierno falla. Por ejemplo, debió investigar el por qué la Policía de Intibucá, la de Tegucigalpa y el Ministerio de Seguridad, fallaron en darle protección a Berta Cáceres. Sin embargo el gobierno no ha suspendido a la oficialidad policial implicada, tampoco efectuado una investigación sobre la cuestión; y, mucho menos, ha aprendido absolutamente nada de la dolorosa experiencia. Cuando el canciller habla con los embajadores y les dice que el gobierno está haciendo todo para capturar a los homicidas de Berta Cáceres, pasa por alto que las medidas cautelares tenían como finalidad proteger su vida. Y que las acciones realizadas por el gobierno, cosa que no ignoran los diplomáticos; no buscan superar las deficiencias que mostraron su incompetencia para proteger la vida de una persona con contactos y trascendencia internacional. Y que la credibilidad del gobierno que representa el canciller está determinada, en relación al exterior, por el cumplimiento de sus obligaciones internacionales.

La opinión pública internacional, ha condenado al gobierno de JOH. Y este, no ha podido reaccionar, mostrando voluntad para rectificar, en vista que no ha hecho nada para descubrir siquiera, por qué la tarea encomendada al sistema de seguridad interna, falló estrepitosamente. El que la Policía no haya sabido dónde vivía Berta Cáceres, que la hayan dejado sola –escudándose en una petición suya para que no lo hicieran– es una prueba de falta de profesionalismo, responsabilidad e incapacidad para manejar información. Y si la Policía es tan incompetente en una tarea tan importante, indica que la seguridad de los hondureños está en malas manos. Así como el hecho que el gobierno –que luce más preocupado de sí mismo y de su popularidad interna– no haya reaccionado, suspendiendo o sancionando administrativamente a los que incumplieron sus deberes, proyecta un cono de pérdida de credibilidad entre la comunidad internacional. Que no dejará de presionar al gobierno de JOH, hasta que este entienda que comete un error al creer que porque la sociedad, –boba en su mayoria– le acepta sus explicaciones, la comunidad internacional hará lo mismo.

Los medios internacionales son muy críticos. Y mucho más con un gobierno que cree que así como repite mentiras para una población y unos medios de comunicación dominados, que aceptan cualquiera explicación del asunto que se trate, los quiera convencer a ellos desde una valoración similar.

Las críticas que hemos leído de esos medios, son razonables. Incluso serían buenas para rectificar y buscar la perfección del sistema público que, solo es legítimo cuando cumple sus funciones a satisfacción. Pero no. Los analistas gubernamentales, se pierden porque quieren. Lo que es verdad para los bobos hondureños, no es aceptable para los listos comentaristas de los medios internacionales. Esos no se maman el dedo como los nuestros que, le creen incluso hasta las más inocentes explicaciones a los policías nacionales, carentes de creatividad y profesionalidad.

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