La reelección como para atizar el fuego

La reelección como para atizar el fuego


JOSÉ ADÁN CASTELAR


Un día un hombre se propuso el insensato proyecto de ser completamente cuerdo, según nos cuenta Voltaire en uno de sus relatos, y fue inevitable recordarlo por esta realidad surrealista de la política hondureña, que ahora amenaza con arrastrarnos hacia otra discordia por la deslucida reelección presidencial.

Votar otra vez por las mismas personas para presidente no solo parece aburrido, si no que no está dentro de la conciencia política del hondureño, que abatido por la crisis económica, la violencia y la desesperanza, no confía en nadie de los que han pasado por la Casa de Gobierno, pues en casi todas las encuestas ocho de cada diez hondureños están en contra de la reelección.

Pero la agenda no la escriben los ciudadanos, si no los políticos, que aprovecharán la incombustible división del país para colocarlos en bandos distintos entre reeleccionistas y antirreelección, como ya hicieron para construir una horrorosa dicotomía entre buenos y malos, o héroes y villanos.

Hay muchos obstáculos. El artículo 4 de la Constitución de la República obliga a la alternabilidad, aunque esta palabra no aparece en el Diccionario de la Real Academia, sabemos de qué estamos hablando; pero para ser más claros podemos usar alternancia, que sí lo registra la Academia de la Lengua Española y lo define: “En política, cambio de gobierno”. También les estorba el artículo 239 porque es demasiado explícito: “El ciudadano que haya desempeñado la titularidad del Poder Ejecutivo no podrá ser Presidente o designado”.

Para más inri, el artículo 374 dice que no se pueden reformar los artículos que se refieren a la prohibición de ser nuevamente presidente de la República; y el 375 sostiene que la Constitución seguirá vigente aunque la deroguen o modifiquen los funcionarios. Solo se puede cambiar por decisión de todo el pueblo a través de un plebiscito o una asamblea constituyente. Los políticos saben cómo está la ley, pero también saben que con la ley nace la trampa.

Memnón, el personaje de Voltaire, en sus pretensiones de ser cuerdo consideró que “para ser muy sabio, y por ende, muy feliz, solo hay que librarse de las pasiones”. Es aquí donde se aloja el problema, que los seguidores de los partidos políticos y hasta el voto están motivados principalmente por las pasiones. Así la pretendida reelección presidencial se sumará y ayudará a multiplicar esa desunión nacional, y lo que pudiera ser una enriquecedora discusión política se comprimirá tanto, que el argumento más sólido será decir únicamente que hay un camino bueno y un camino malo.

Y es que la amenazante reelección presidencial remite inmediatamente solo a dos personas: a quien ocupa ahora la Casa de Gobierno, Juan Hernández, y al expresidente Manuel Zelaya; aunque Hernández nunca ha dicho públicamente que quiere quedarse, y Zelaya más bien interpuso un recurso en la Corte Suprema de Justicia en contra de esta pretensión. Pero queda claro que la aprobación de esta reforma serviría para confirmar la dicotomía nacional y exacerbar las pasiones de los dos grupos antagónicos más grandes.

Mientras Honduras no alcance un grado de madurez política superior y estos temas puedan debatirse desde la doctrina y la ideología, y hasta que las diferencias sean menos pasionales, será mejor dejar para otro tiempo la reelección, o bien, aprobarla para que se aplique en las elecciones futuras, pongamos que a partir de 2021. Seguramente lo agradecerán la tranquilidad del país y los otros aspirantes dentro de los partidos políticos que también están esperando una oportunidad para llegar a la silla presidencial. Aunque no se pretenda estar completamente cuerdo como Memnón, podríamos exigirles a los políticos un poco de cordura.

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