TLC, GANADORES Y PERDEDORES
HAY decisiones gubernamentales que la gente no entiende y poco discute en el momento que se toman. Hasta que pasan los años cuando el país comienza a sentir los efectos de dichas medidas. Algo de eso está por pasar, consecuencia de una negociación efectuada años atrás. El criterio generalizado es que el Tratado de Libre Comercio suscrito con los Estados Unidos ha sido beneficioso. Gozar de las ventajas de comerciar con el gran mercado norteamericano no es poca cosa. Por lo menos hasta ahora, mientras el libre comercio ha sido prácticamente de ida no de regreso. Ello significa que la introducción de artículos contemplados en el tratado, digamos que exporta Honduras, entran sin trabas arancelarias al mercado estadounidense. En tanto lo que importamos, o sea lo que mandan ellos, está sujeto a cuotas y al pago de impuestos de introducción. El régimen de intercambio funcionó sin mayor preocupación para nosotros mientras operábamos bajo el amparo de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe y posteriormente de los beneficios ampliados concedidos después del huracán Mitch. El comercio era libre en una vía, de aquí para allá.
Sin embargo las cosas cambiaron cuando se suscribió el TLC con Centroamérica y República Dominicana. La vaina fue que mientras los estadounidenses tenían expertos negociadores, de bagaje y experiencia, la voz cantante por la región la llevaba un profesor de INCAE. La delegada en jefe de comercio que enviaron de Washington más parecía una profesora en un aula dando clases a alumnos de primaria. Aquí en el país echaron mano de lo que había. Negociadores bastante novatos a los que hacían pasar como grandes entendedores de la materia. Tanto ellos, como unos asesores que colocaron en un “cuarto adjunto” más interesados en proteger las maquilas –lo cual no tiene nada de malo– que preocupados por el contexto general de país. Como nadie abogó por ella, ni los campesinos o agricultores tenían mayor representatividad en el proceso, la producción en el campo se llevó el real del mandado. En aquellos días dijeron que al abrirse las fronteras de par en par, unos serían ganadores y otros perdedores. ¿Adivinen de qué lado están los perdedores? Sin embargo, en consideración a las asimetrías, el TLC concedió una tregua temporal para proteger la actividad agrícola y agropecuaria. La esperanza era que en ese período de gracia otorgado, los países acabados pudieran desarrollarse, tecnificarse y ser competitivos.
Sin embargo las cláusulas de salvaguarda que escudan la producción en el campo no tardan en desaparecer, con un lamentable impacto en la parte flaca de la economía. Costa Rica, en su oportunidad, no suscribió el tratado con el resto de sus vecinos, ya que los dirigentes del sector privado alegaron que las reglas no estaban claras. No contemplaba forma de abordar los subsidios que los norteamericanos otorgan a los productores del campo. Tampoco quedó consignada seguridad alguna, una vez agotadas las cláusulas de protección, que el desarrollo tecnológico de los Estados Unidos no fuera a arruinar a los agricultores de estos países. De aquella negociación que ocurrió ya varios años, estamos próximos a llegar al momento de las realidades, cuando la mula tumba a Genaro. Lo extraño es que no pareciera haber un plan de contingencia. Como aquí los políticos están más interesados en “la trenza”, la reelección, la segunda vuelta y el otro fardo de reformas electorales, los problemas reales del pueblo poco se tocan. Por ello tampoco hay debate serio sobre este tema del TLC que aborde el peligro latente.
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