El peligro de la depuración policial

El peligro de la depuración policial

Por Mario E. Fumero

En cualquier país del mundo las fuerzas del orden son vulnerables ante el poder de la corrupción y el narcotráfico. Es difícil encontrar un organismo de gente íntegra en esta área, y que estén vacunados contra la corrupción, porque la naturaleza humana, como enseña la Biblia, es vulnerable ante la ambición y la codicia, la cual está ligada a los factores pecaminosos de nuestra herencia. La única manera que podemos reducir la corrupción dentro del Estado, es motivando a sus empleados a una integridad que los lleve a tener el temor de Dios como freno ante la tentación de la codicia.

El gobierno de Honduras está luchando por depurar la Policía de una enfermedad histórica llamada corrupción. Actualmente cientos de agentes y oficiales han sido removidos de sus puestos por presentar aparentemente manchas en sus expedientes, lo que ha originado una depuración que está alcanzando dimensiones alarmantes.

No es la primera vez que se trata de sanar a las fuerzas del orden, porque a finales de la década del 90 el entonces ministro de Seguridad, Gautama Fonseca, realizó una semidepuración que dio al traste, cuándo tiempo después los depurados acudieron ante los tribunales pidiendo su restitución debido a que las pruebas esgrimidas por el ministro no fueron sustanciosas, siendo restituidos.

No todos los depurados han cometido actos delictivos, y es posible que todavía haya adentro elementos contaminados, pero de una cosa sí estoy seguro, entre los muchos depurados, no todos están contaminados pero algunos son corruptos y han actuado con acciones delictivas encubiertas por su posición policial. Pero la pregunta clave es que si echaron a la calle a los que cometieron actos de corrupción comprobados ¿no se está complicando el panorama actual de delincuencia, al quedar libres y circulando, con todos los conocimientos que adquirieron dentro de las fuerzas del orden, aquellos agentes que cometieron actos delictivos?

Algunos son depurados por sospecha, otros por luchas internas de poder, pero muchos han actuado fuera de la ley, y si se les ha comprobado actos delictivos, lo más correcto no es dejarlos libres, sino someterlos al proceso legal para ser juzgados según los delitos cometidos. En toda depuración hay errores. No son todos los que están, ni están todos los que son, y por lo tanto, tienen que tener cuidado cuando aquellos que sean delincuentes queden libres y prestos para seguir delinquiendo, ya no con el uniforme, pero sí con el conocimiento que adquirieron dentro del cuerpo policial.

El problema de la Policía no es la depuración, sino la motivación e incentivo para que no vuelvan a caer en la tentación de una corrupción que nace por la ambición y la falta de motivación mediante estímulos que premien la integridad y castiguen la maldad. No podemos esperar unas fuerzas del orden de calidad, si no hay estímulos y concientización, así como temor al saber que si infringe la ley, serán juzgados y sentenciados como los demás ciudadanos de la nación.

Tristemente no hay una vacuna contra la corrupción, y todos somos vulnerables a ella, cuando nace de la codicia y ambición humana, nadie se libra de este virus mortal que incluso reina aún en las iglesias cristianas. Los que tienen que mantener el orden y la justicia serán los más vulnerables a la tentación de caer en la codicia y corrupción, y solamente el temor a Dios y una buena formación motivacional podrá evitar que esta plaga moderna se adueñe de nuestra sociedad.

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