Los vericuetos de la política



Los vericuetos de la política

Por: Carlos A. Medina R.
Las elecciones presidenciales están planificadas para noviembre del 2017 y el cambio de gobierno para en enero del 2018. La convocatoria para elecciones primarias, es decir, entre un desfile de precandidatos escoger a las personas que participarán como candidatos oficiales de cada partido, empezó en este mes de septiembre como lo manda el calendario electoral; por esta razón, ya hemos visto en los medios de comunicación la presentación de algunos de ellos que competirán entre sí mismos, y otros que desde ya son candidatos únicos.

Desde el punto de vista de los ciudadanos corrientes esto significa que los meses que faltan de este año y el año venidero tendremos que comer política hondureña en los tres tiempos, especialmente en los estratos de la clase alta, media y baja. A la gran masa que conforma la clase baja del país el año político solo representa un periodo en el cual existe dinero sin trabajar en el momento de la votación, pues los políticos les compran el voto, y además, los llevan del timbo al tambo en forma gratuita, y sus viajes turísticos, además de ser regalados, solo acarrean la obligación de llevar la bandera de quién paga el transporte y les regala “las burras” para comer.

Para los ciudadanos más sesudos, el desfile de precandidatos y candidatos pétreos que no necesitan competir para convertirse en candidatos, el discurso es casi igual, lleno de ofertas y ofrecimientos vagos que no tienen idea, si es que llegan al poder, de cómo hacerlos efectivos. En general, son alocuciones que según ellos inflaman a la población, pero las personas inteligentes que los escuchan, saben que un país pobre como el nuestro no puede pasar de la noche a la mañana en un cuatrienio, al escenario paisajista que pintan los políticos.

El partido más fuerte y organizado del país, el Partido Nacional, calificado por el viejo líder político liberal Juan Ángel Arias de “partido conservador”, es ahora una institución política con un centralismo pragmático que no se enreda lanzando precandidatos, pues está unido graníticamente alrededor del actual presidente Juan Orlando Hernández, al que desean reelegir por otro cuatrienio, a través de una ventanita que abrió la Corte Suprema de Justicia, que para algunos es suficiente para olvidarse de los artículos pétreos de la Constitución.

Para los que se están lanzando al ruedo buscando el solio presidencial, y que manifiestan estar, por razones legales, en contra de esa reelección, lo interesante es que se están preparando para participar en un proceso electoral en donde el actual Presidente, aunque no ha manifestado su deseo de ser reelecto, le están dando un espaldarazo a ese proceso reeleccionista en el cuál será el pueblo hondureño el que decida al final de cuentas, si Hernández Alvarado puede gobernar la nación por cuatro años más.

Es interesante que para disminuir la corrupción metida en los procesos electorales, la Misión de Apoyo contra la Corrupción e Impunidad en Honduras (MACCIH), ha puesto ante el Congreso Nacional una ley cuyo objetivo principal es que no exista dinero sucio calorizando las campañas políticas, propuesta que en el seno del Parlamento solo es apoyada por el Partido Nacional; los otros partidos, aduciendo miles de excusas y solicitando reformas ya imposibles de cumplir, aceptan en cierta forma que el dinero del narcotráfico y el crimen organizado sean los principales “donantes” a las campañas políticas.

En el panorama de precandidatos, dejando el fanatismo político a un lado, y analizando la situación con mucha objetividad, el Presidente Hernández Alvarado les lleva una gran ventaja a sus potenciales contendientes, puesto que tiene cualidades que lo califican para ser un buen candidato. Su juventud, su preparación, su experiencia política, su capacidad administrativa, su visión del presente y futuro del país y la claridad de sus metas lo hacen el candidato ideal, y lo más importante es que a pesar de la lentitud de la burocracia nuestra, por lo menos a los grandes capos los ha enviado a Estados Unidos, y está limpiando poco a poco a la Policía Nacional que ha sido un foco de podredumbre entre las instituciones nacionales.

Pero al final, en una democracia es el pueblo el que decide quién será su gobernante, y esperamos que en ese acto final electoral la nación hondureña tome la decisión más sabia y más prudente; ojalá que esta vez el dinero sucio no compre el voto y no elijamos “diputados narcos” o representantes de mafias que enlodan la naciente democracia hondureña. Nuestra nación necesita una buena dosis de crecimiento económico que se convierta en un verdadero desarrollo social, para que todos los hondureños lleguemos algún día, a vivir en un país mayormente de clase media, y que la pobreza y la miseria desaparezcan del paisaje tan bello de nuestra nación.

Comentarios

Entradas populares