Un diálogo político improductivo

Un diálogo político improductivo

Por:  Aldo Romero
Periodista y catedrático universitario
Que la clase política se siente en la mesa de diálogo con posiciones abiertas a discutir y proponer sobre aspectos de trascendencia nacional es importante, esto demuestra cierto grado de madurez, sin embargo, un conversatorio político de alto nivel, va más allá de la simple convocatoria para escuchar posiciones y caprichos de antemano conocidos.

¿Por qué no iniciar un proceso serio de diálogo en lo que se refiere a reformas políticas? Si todos los partidos coinciden en la necesidad de establecer cambios en el plano electoral, más que una jornada de dos días a la que cada quien acude con una agenda preestablecida, debería concertarse una mesa nacional que obligue a los políticos de oficio a convenir en beneficio de la colectividad y no de unos pocos.

El gran problema por décadas en el país, es que estos mal llamados diálogos son simples eventos aislados en los que cada quien quiere imponer criterios, se trata de los mismos actores pidiendo las mismas cosas y no de una verdadera alianza estratégica para alcanzar acuerdos reales.

Los diálogos, del nivel que sean, deben ser procesos continuos, permanentes, espacios donde se generen compromisos que impacten positivamente en la nación, sus instituciones y sus habitantes, una instancia nacional con mesas formales en donde además de política se hable de temas puntuales, como la insostenible corrupción pública que se combate en los discursos gubernamentales más no en los tribunales, o de la inseguridad y la violencia en un país que va nuevamente en la ruta a convertirse en el más violento del mundo, y qué decir de la crisis de pobreza e indigencia que vive la mayoría de los hondureños en las áreas rurales y que políticamente se maquilla con una bolsa de arroz, frijoles y maíz.

Un esfuerzo de esa naturaleza requiere por supuesto de voluntad, actitud y tolerancia para su abordaje, porque un diálogo verdadero y productivo al final se traduce en políticas de estado, en continuidad de acciones y en desarrollo, dialogar debe ser parte de la cultura democrática y la buena gobernanza.

En Honduras nuestros líderes políticos son expertos en diálogos rotos e improductivos, eficientes en el engaño y maestros del oportunismo, y de aquí la falla principal por la que no se logra avanzar por el camino correcto, no es por falta de interlocutores, tampoco es la escasez de temas en la mesa de diálogo o porque el tiempo y la agenda no lo permiten.

El diálogo político convocado desde el Poder Legislativo con los diputados de las diferentes bancadas, no debe concentrarse solo en política, ya está claro que el mismo se fundamentó en las pretendidas imposiciones del partido en el poder y los rechazos y exigencias de la oposición, el diálogo no debería ser sobre los problemas y los intereses de los políticos, debe ser sobre los problemas y los intereses de la población.

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