La soledad de la MACCIH
Por Edmundo Orellana
Catedrático universitario
Al menos eso afirma el más alto ejecutivo de la misma: la MACCIH se siente sola. Sin embargo, no es esa la percepción de los hondureños, acostumbrados a ver sus altos ejecutivos, felicísimos, en continuas reuniones sociales y de trabajo con las autoridades.
Es lo que se infiere de sus cuentas oficiales de Twitter y Facebook, en las que destacan sus relaciones con los titulares de los poderes del Estado y con algunas ONGs adictas al poder, mostrándose muy contentos por estos logros. Alegría que manifiestan con vivo entusiasmo cuando felicitan públicamente a entidades estatales, incluso a aquellas con las que aún no han comenzado a trabajar, como es el caso del MP, con el que están pendientes de establecer los criterios de selección de los fiscales, agentes y peritos forenses, con los cuales trabajarán. Por cierto, aún no han seleccionado los casos de corrupción.
Se ufana de haber tendido sólidos puentes con las autoridades, destacando que la CCIG no lo logró sino después de mucho tiempo. Parecen muy felices, los señores de la MACCIH, como también lo están las autoridades, que ya no ven en ella una amenaza.
En la reunión con la sociedad civil, inexplicablemente, confesaron sentirse muy solos, en un tono, no suplicante de apoyo, sino de amonestación; le recriminaron que no los acompañen, aplaudiendo sus pasos de ballet por los laberintos del poder.
A estas alturas del proceso de institucionalización de la MACCIH, muchas dudas surgen de su proceder. Comenzaron con un discurso atemorizante, cual Júpiter Tonante. Tronaban desde el olimpo justiciero, lanzando admoniciones por doquier y amenazando con aplicar severísimos castigos a los corruptos, provocando el pánico entre estos. Ahora resulta que, según los ejecutivos de la MACCIH, el modelo que tenemos es como un gatito ronroneador comparado con la CICIG, por lo que aquí no ocurrirá lo que en Guatemala, ni en sueños.
Piden apoyo para el proyecto de ley que, según ellos, eliminará para siempre el financiamiento del crimen organizado en el proceso electoral. No todos esos recursos tienen la misma fuente, señores de la MACCIH; la mayoría provienen del bolsillo de los hondureños que en forma de impuestos están a disposición de los que deliran por ver, a quien han declarado insustituible, ejercer la presidencia por 50 años (al fin y al cabo, “Dios también es continuista”). Si con este fin no han dudado en violar y mutilar, reiteradamente, la Constitución, ¿quién o qué los detendrá para usar esos recursos? ¿Por qué creen, señores de la MACCIH, que el partido gobernante está contentísimo con ese proyecto? ¿No será porque ya tienen asegurado ese financiamiento y las arterias por las que fluirá (las ONGs creadas para eso?). En estas condiciones, esa ley será aplicable solamente a la oposición.
Se sienten solos, dicen, porque la sociedad civil no se pronuncia a favor de ellos. ¿Pero, cómo pretenden su apoyo, si le han dado la espalda en sus acrobacias por asirse al poder? Mientras la MACCIH actúe simulando no entender que los corruptos florecen a la sombra del poder, generará la percepción en el pueblo de que su esperanza de ver castigados a los corruptos, se consume en la hoguera de las apetencias que estimula el poder.
Del laberinto del minotauro, en el que el monstruo termina con la angustia de la víctima devorándola, la MACCIH pasa al laberinto de la soledad, donde la víctima vive eternamente bajo el peso de un sentimiento de eterna orfandad. Triste augurio para lo que hasta hace poco representaba tanto para los hondureños.
Post scríptum: Expreso mis sentimientos de solidaridad, en estos momentos de dolor, a la honorable familia del distinguido columnista, don Roberto Ordóñez, con quien compartí esta página editorial, el mismo día, durante muchos años, disfrutando de sus columnas, que sazonaba magistralmente con sus experiencias personales y las costumbres de tierra adentro. Q.E.P.D.
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