ASUETOS
ASUETOS
SIN duda esto que vamos a decir es como bracear contracorriente en río crecido. De antemano sabemos que lo dicho no es algo que vaya a merecer aplausos del amable público. El viernes 16 del presente mes los empleados públicos fueron agasajados con un obsequio inesperado. Gozaron de asueto dizque con el propósito –así lo expresaron en un comunicado oficial de la Secretaría del Interior– de “promover la tradición y unidad familiar y fomentar el turismo interno”. Los dos días anteriores fueron de marchas correspondiendo al festejo de la emancipación política. Obviamente que la propia efemérides de la independencia –feriado nacional– se celebró con los acostumbrados desfiles de colegios e institutos. Un espectáculo al que dedicamos frases de efusiva complacencia en este mismo espacio editorial: Ponderamos “el admirable civismo de la comunidad estudiantil.
Desfilando como un haz de voluntades colectivas. No pedazos por un lado y otros disgregados, por el otro, llevando la contraria”.
“El orgullo de los maestros de acompañar a sus alumnos y de los padres de familia de compartir con sus hijos. Admirarse de su fervor patriótico. Observar a la patria manifestándose como una sola, viva y estimulada, es un alivio reparador. Alumnos, profesores, padres y madres, soldados, policías, servidores públicos y demás ciudadanos. Conmemorando, todos ellos, esos episodios gloriosos de nuestra historia. La memoria excelsa de los próceres consagrados que, dicho sea de paso, nos pertenecen a todos porque ninguno es propiedad mezquina de grupo alguno. Rindiendo tributo de solemne devoción a los símbolos sagrados, bajo cuyo amparo protector nos cobijamos todos. Esas muestras de identidad nacional se agigantan en elocuentes testimonios de fervoroso amor al país. Nada más bello como ese colorido espectáculo de conjunto y de unidad”. Dicho lo anterior, por supuesto que los feriados son necesarios cuando se trata de recordar fechas especiales. Los que se esfuerzan trabajando merecido tienen sus períodos de descanso y esparcimiento. Hay, aparte de las evocaciones cívicas, otras épocas como Navidad y Semana Santa, dedicadas a la entrega espiritual y a la fraternal asociación con amigos y familiares. Ahora bien, sobre esos días extra de contemplación para hacer puentes largos de fin de semana. ¿Hasta dónde será razonable tanta holganza en un país tan necesitado del trabajo, del esfuerzo laborioso de sus ciudadanos, cuando se ha perdido tanto tiempo valioso en distracciones y en conflictos?
No llevamos cuenta de las veces cuando el país sufre merma en su actividad comercial, industrial y productiva, bien sea porque grupos contrariados se manifiestan en las calles, o realizan tomas irregulares de centros educativos o instalaciones públicas, o porque al auditorio le cayó del cielo otro día libre. Por cualquier motivo. Para que la feligresía pudiera festejar el “hallazgo de la virgencita y patrona de Honduras”. De repente la selección hace una proeza y es tanta la alegría que es menester celebrar a lo grande al siguiente día. El próximo mes viene otra ráfaga de días festivos. En los que las instituciones públicas homenajean a los héroes el propio día pero se acumulan –con fines de promover el turismo– para hacer largos puentes de fin de semana. ¿Cuántas de todas esas fechas inhábiles sirven para el motivo esencial que fueron decretadas o cumplen con los fines de conmemoración que se tuvieron en mente cuando se dispuso su reserva en el calendario festivo nacional? Pues bien, no hay mucho que pueda remediarse. Nadie gana un concurso de simpatía proponiendo eliminar feriados.
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