¿Comercio justo?, ¿para quién?



¿Comercio justo?, ¿para quién?

Por: Julio Raudales
El comercio internacional es uno de los instrumentos claves para generar desarrollo y bienestar social. Lo dicen los libros, lo ratifica la historia.

No se conoce aún el ejemplo de ningún país que abriera sus fronteras al libre tránsito de mercaderías, lo hiciera de forma correcta y honesta y no experimentara un crecimiento sostenido y gratificador.

Fue el gran economista británico David Ricardo, quien a comienzos del siglo XIX aseveró por primera vez y de forma rigurosa, que cuando un país se especaliza en la producción de bienes para los cuales tiene mayor talento, podrá sacar ventajas del intercambio con otros países, ya que obtendrá los ingresos necesarios para comprar (importar) aquellos bienes para los cuales no tiene mucha facilidad de manufactura. A esto se le ha denominado “Ley de la Ventaja Comparativa”.

Luego de esa primera aproximación, muchos otros estudiosos como los suecos Bertil Ohlin y Filip Heckscher o más recientemente Paul Krugman y Gary Becker, todos ellos ganadores del Premio Nobel de Economía, se han dedicado a destacar las enormes virtudes del comercio internacional para reducir la pobreza y generar oportunidades de crecimiento.

¿Por qué entonces, hay tantas personas que se oponen a que los países firmen tratados de libre comercio o realicen desgravaciones de forma unilateral como lo hizo Chile en los 90?

Trataré de explicarlo de forma simple.

Primero está la tesis nacionalista. Aunque usted no lo crea, aún hay muchos políticos atorrantes, necios y desfasados, que piensan que un país debe renunciar a todo menos a su soberanía y esto implica, consumir fundamentalmente lo que se produce dentro de sus fronteras. Esa es la posición del candidato republicano Donald Trump.

Este argumento resulta desastroso y empobrecedor. Cuando las sociedades se dejan guiar por personas que quieren resaltar el valor del nacionalismo, solo consiguen producir bienes de poca calidad, generar desempleo y sucumbir ante la avalancha de productos extranjeros que entran de contrabando.

Otros políticos y economistas esgrimen un argumento más ideológico: el comercio fomenta la globalización y esta le quita control al Estado en la solución de los problemas. Lo que no nos dan los defensores de esta postura, es una solución muy clara para generar un crecimiento más rápido y se contentan con atacar y culpar a los organismos financieros internacionales como el FMI o la OMC, por los grandes problemas que atraviesan sus países.

Un tercer alegato que brindan los opositores al comercio, es la destrucción de la industria nacional. Creo que ahí tienen un buen punto. La mayoría de los globófobos pueden demostrar con mucha facilidad la forma en que los países ven afectada la industria interna, por la imposibilidad de competir que tienen los empresarios nacionales de bajar sus costos, ante la innundación de producto extranjero.

Es a este respecto que quiero llamar la atención. En efecto, hace ya diez años que nuestro país firmó, junto con el resto de Centroamérica un tratado de libre comercio con los Estados Unidos.

Ese instrumento contiene una serie de salvaguardias para proteger a los productores pequeños, pero las mismas son válidas en su mayoría por un tiempo limitado: una década. ¿Cuál era la intención? Dar un tiempo a la industria nacional ya sea para que hiciera ajustes en sus costos y fuera competitiva o buscaran otro rubro más ventajoso para producir.

Parece que nada de ello sucedió. Las autoridades del país firmaron en 2006 el CAFTA y se olvidaron de crear una agenda complementaria que permitiera que nuestros empresarios sacaran un mejor provecho del tratado. A partir de 2017, muchos productos americanos que compiten directamente con bienes nacionales entrarán sin restricción y generarán problemas para muchos de nuestros compatriotas.

¿Es el libre comercio el injusto? No creo. Me parece que, como siempre, es la irresponsabilidad de nuestros gobernantes la provocadora del caos. Y seguimos sin hacer nada.

Aunque parece un poco tarde para reaccionar, creo que vale la pena reiterar el llamado a nuestros líderes para que empiecen a hacer algo al respecto. Lo que encuentro realmente injusto es que persistamos en culpar a otros de lo que no pudimos hacer bien.

Economista y sociólogo, vicerrector de la UNAH y exministro de Planificación y Cooperación Externa.

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