Medicamentos y seguridad vial

Medicamentos y seguridad vial

Por: Antonio Flores Arriaza
ideasafa1@gmail.com
El comportamiento de los conductores puede verse afectado notablemente por los medicamentos que consumen regular o eventualmente, mientras conducen. En otros países, que tienen la capacidad para detectarlo, se admite que un 5% de los accidentes del tránsito vehicular, son atribuibles a esta causa. Nosotros, ni aún el obvio problema de conducir bajo los efectos del alcohol lo podemos detectar. Nuestra estadística apenas cita que un pequeño 8% de los accidentes son ocasionados por el consumo de alcohol al manejar. Seguro que debe ser mayor y causa de otros que se presentan como causa. Obviamente un notable subregistro.

El gran problema es que, las personas que conducen bajo los efectos secundarios de algún medicamento, ignoran que dicho medicamento pone en alto riesgo su seguridad vial. En países con capacidad de registro, se dice que un 76.5% de las personas que conducen utilizando medicamentos de alto riesgo para la conducción no han sido prevenidos por su médico tratante.

En esos países, se admite que un 30% de los conductores activos se encuentran bajo los efectos de medicamentos que son de alto riesgo para la conducción. De estos, un 64% está bajo los efectos combinados de dos o más fármacos que afectan su conducción, y, hasta un 30% se automedica (seguro que en Honduras esta cifra será mayor), con lo que se incrementan aún más los riesgos.

Un 17% de los conductores lo hacen influenciados por los efectos de sustancias médicas psicoactivas como las benzodiacepinas, hipnóticos y opiáceos. Y, si a estos sumamos los antidepresivos, antihipertensivos y antihistamínicos de primera generación (capaces de atravesar la barrera que protege el cerebro) el impacto crece descomunalmente ya que estas sustancias son de las más utilizadas porque las patologías para las que se prescriben son cada vez más frecuentes.

El 20% de los accidentes de tránsito reportados internacionalmente se deben a que las personas se duermen al volante y ello puede estar condicionado por los fármacos que utilizan, bajo prescripción médica o no.

Los medicamentos sedantes ocasionan somnolencia, reducción del estado de alerta, aumento del tiempo que tarda el conductor en responder ante una emergencia, visión borrosa. Las policías de tránsito en el mundo reportan como principal causa de los accidentes viales a la incapacidad para mantenerse alerta o vigilante ante las rápidas condiciones cambiantes del tránsito: un segundo después las condiciones pueden ser muy diferentes a las que hubo un segundo antes y, puede que no nos demos cuenta de dicho cambio y no podremos evitar la colisión. Más aún si vamos mirando a quién le conversamos o el celular.

Otros fármacos producen efectos estimulantes que ocasionan contracciones musculares (que pueden determinar una presión involuntaria del freno o del acelerador), vértigo que incapacita para mantener la línea recta, irritabilidad que puede causar reacciones temperamentales imprevistas, confusión mental que determina la incapacidad para tomar decisiones rápidas en ambientes congestionados o de mucha presencia vehicular o de peatones. Otros pueden causar convulsiones que incapaciten totalmente al conductor para controlar el autovehículo. Y otras, reducen la coordinación psicomotriz que limita la posibilidad de conducir en forma sistemática o impide reaccionar correctamente ante una emergencia.

En Honduras no existe, como lo reportan aún en países desarrollados, la conciencia médica para informar a las personas en tratamiento, que los fármacos que se prescriben pueden ser de alto riesgo para la conducción. Siendo así, deberíamos buscar alternativas para mejorar esta prevención.

La Secretaría de Salud Pública y la Secretaría de Seguridad, deberían exigir que aquellos medicamentos que pueden ser de alto riesgo para la conducción lleven en su estuche un logotipo adherido que alerte a las personas del riesgo en que pueden incurrir al manejar mientras los utilicen.

Este logotipo podría ser de diferentes colores para alertar de la seriedad del riesgo, hay algunos que son de bajo riesgo y otros que son de muy alto riesgo. Estos últimos deberían incapacitar para la conducción y, las personas que los utilicen y causen accidentes deberían ser fuertemente sancionadas.

Rediseñemos la administración medicamentosa para aportar una nueva estrategia para reducir las muertes y las discapacidades permanentes que nos agobian mucho más que el dengue y el zica juntos y aliados con las diarreas y el SIDA. Actuemos pronto para salvar nuestra calidad de vida y la vida misma.

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