EL FÚTBOL Y LA MENTE EMBOTADA
NADA emociona tanto a la afición hondureña como cuando la selección catracha no se deja amedrentar por el fútbol mexicano y más aún cuando los jugadores consiguen imponerse, como ocurrió en las eliminatorias rumbo al mundial de Brasil. En aquella ocasión Honduras humilló al rival en su propio patio, anotando 2 goles contra 1, en un encuentro extraordinario que la prensa nacional bautizó como el “aztecazo”. La satisfacción se intensifica además por la presuntuosa superioridad que cierta prensa mexicana atribuye a sus equipos, menospreciando la calidad del fútbol hondureño. Nadie puede ofenderse porque un extranjero celebre lo suyo –los buenos equipos tienen sus momentos de gloria que ameritan el reconocimiento propio y el ajeno– pero enardece cuando para hacerlo demeritan lo nuestro. La química tóxica no ralea, desde que a algún majadero se le antojó decir, en el tono más despectivo, que aquí se jugaba con “pelota cuadrada”.
Si bien hay actuaciones estelares de los equipos como de los seleccionados hondureños que, en su momento, han merecido alabanza de la prensa deportiva mexicana, se repiten las expresiones desafortunadas. Lo rancio –como los pelos en la sopa– vuelve a disparar la amargura. La prensa deportiva nacional recién publicó en sus entregas especializadas ciertos comentarios vilipendiosos procedentes de allá, como dando a entender que el juego de los centroamericanos es inferior al que ellos practican. Pues bien, esos desplantes de pedantería varias veces se han estrellado contra los sólidos muros de la realidad. Por ello, aparte del buen desempeño que coloca al país entre los primeros 6 de Concacaf, priva en el ambiente deportivo una sensación de mayor entusiasmo con ese último resultado. El empate le dio a Honduras el pase a la hexagonal. Sin embargo, más que alegrarnos por los resultados del encuentro o pretender en este espacio rivalizar con los comentaristas y expertos de la crónica deportiva, celebramos que las alegrías del fútbol influyan de forma tan alentadora en el estado anímico de los compatriotas. Hay que motivarse por algo, en medio de esta atmósfera ofuscada de todos los días. Despejar la mente de tanta contrariedad. Al amable público le mantienen la cabeza embotada. No solo es la ansiedad que le produce el ajetreo cotidiano y lo difícil de ganarse la vida. Es el arrinconamiento anímico perturbador, víctima del bombardeo sistemático de cosas negativas por todos lados.
Como decíamos ayer. No hay pueblo del mundo que haya logrado superar su quimérico estado de letargo con la gente disgregada. Con pedazos de la comunidad regados por doquier. Sin la brújula de ciertos valores fundamentales que posibiliten la construcción de una nación más fuerte. Pero aquí, lo que le meten al prójimo en los sentidos es que eso es malo. Lo que hacen es mantener bandos enfrentados unos con otros; tener a la sociedad dividida para que no haya forma de llegar a ningún lado. La esencia del debate público no versa sobre nada edificante. No es de ideas ni de propuestas constructivas, sino de insultos, recriminaciones, descalificaciones, especulaciones y las mismas estupideces de siempre. El tono de la discusión es hiriente. Así que por mientras no haya voluntad de cambiar esa mentalidad, siquiera que el fútbol brinde emociones compartidas.
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