La pensadora Edith Stein
La pensadora Edith Stein
Por Segisfredo Infante
Sólo tengo el anhelo de conocerla cerebral y espiritualmente. Mis acercamientos hacia la vida de Edith Stein y su obra, han sido demasiado graduales, siguiendo quizás el casi olvidado método ortegueano de rodear a Jericó mediante círculos concéntricos, al son de trompetas marciales, hasta derrumbar sus fuertes murallas y tomar por asalto sus rosas más íntimas. Con la salvedad que en mi caso las trompetas marciales son inexistentes, o son inaudibles, con una frecuencia de sonido captada únicamente por los memoriosos elefantes, con la nueva salvedad que mi memoria de corto plazo es muy mala. O tal vez porque me encuentro localizado, desde hace varios años, en el subgrupo de las personas que razonan lentamente, integrado por filósofos, poetas y buenos científicos, como quedó dicho en mi libro “Fotoevidencia del Sujeto Pensante”, ratificado por el joven filósofo hondureño Kevin Guerrero. En este subgrupo de personas de memoria lentísima, brillan por su ausencia los hombres “listos”; en cambio abundan los hombres racionales. Para solo exhibir un ejemplo me cuesta un mundo aprenderme los números enteros positivos (y los horarios) en otros idiomas, especialmente en el bello idioma francés, cuyas frases me resultan más o menos fáciles de pronunciar. Tal vez en algún momento remoto me encuentro un excelente profesor gratuito que quiera enseñarme cómo se escriben y se pronuncian los números en la milenaria lengua francesa, más allá del número cincuenta y nueve.
Perdón. Pero ocurre que Edith Stein es más bien una alemana-polaca, de origen judío, quien comenzó a convertirse al catolicismo durante la “Primera Guerra Mundial”, allá por 1915, cuando las circunstancias empezaron a oscurecerse por toda Europa. La pensadora Edith Stein terminó su doctorado de filosofía en la famosa Universidad de Friburgo, en donde habría de fraguarse el pensamiento social-cristiano y las teorías originarias de la “economía social de mercado”, algunos años antes que triunfara, arrolladora y despiadadamente, la ideología nazi-fascista. Por su parte Edith Stein se forjó bajo la influencia directa del filósofo alemán Edmund Husserl. También recibió los consejos de Max Scheler. A la par fue recibiendo, como lectora, la influencia de escritores y místicos disímiles como Tomás de Aquino, Teresa de Ávila y Martin Heidegger, sin olvidar, en ningún momento, sus raíces judías y su recia formación de fenomenóloga tomista o neotomista. La pensadora Edith Stein (1891-1942) nació un día de “Yom Kipur”; su padre se llamaba Siegfried Stein; fue atrapada por la Gestapo en una redada contra católicos anti-nazis en Holanda; y finalmente falleció como mártir judía: heroica bajo su amado y razonado signo de la cruz, en el campo de concentración de Auschwitz.
Empero, desde el punto de vista intelectual los datos anteriores son como aparentes lugares comunes en la vida de la filósofa Edith Stein, conocida también como “Santa Teresa Benedicta de la Cruz”, Patrona de Europa, por sabia, misericordiosa y profunda decisión de Juan Pablo Segundo.
Nosotros estamos igualmente interesados en conocer su pensamiento, por la vía de algunas interrogantes. Por ejemplo me resulta difícil comprender la pasión de Edith Stein por la filosofía fenomenológica de Edmund Husserl, en tanto en cuanto que a mí, en lo personal, todavía me resulta complicado digerir. Me falta un largo camino para comprender, o aceptar, más o menos, el camino filosófico de Husserl, ya que yo provengo de la “Fenomenología” de Guillermo Hegel y, de alguna manera, de las teorías poéticas de Gaston Bachelard, Jean Cohen y Carlos Bousoño.
Hay en mis humildes y apolillados anaqueles algunos textos dispersos elaborados por Edith Stein. También “tengo” la formidable biografía “Edith Stein, Mártir en Auschwitz” (2013), del teólogo y filósofo Carlos Ros. Pero todo ello resulta insuficiente para medir la grandeza interior y exterior de una mujer que padeció, quizás, los mismos desgarramientos interiores de la española Teresa de Ávila, al pasar, gradualmente, de su religiosidad judía a su religiosidad católica, en donde la figura central es el amoroso Rabino de Galilea. Hay un texto de Edith Stein que trata sobre “scientia crucis”, es decir, la “ciencia de la cruz”, que ayudaría a comprender la vocación de esta filósofa y monja extraordinaria, cuyo pensamiento se emparenta con el de Xavier Zubiri. Confieso que he estado a punto de desprender algunas lágrimas al enterarme de las convicciones y del calvario padecido por esta pensadora insuficientemente conocida.
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