SUEÑO DEL FERROCARRIL
SUEÑO DEL FERROCARRIL
HONDURAS, pese a ciertos avances indiscutibles, sigue siendo un país de ensoñaciones truncas, en varios proyectos que se han esbozado en la historia zigzagueante de su vida republicana, y que luego se han abandonado o interrumpido. Uno de esos proyectos truncos importantes es el del ferrocarril nacional, que fuera imaginado por dirigentes visionarios, desde mediados del siglo diecinueve, tanto en las administraciones de gobiernos “liberales” como de “conservadores”, o en una combinación de ambas modalidades a la vez. Desde luego que la idea del ferrocarril interoceánico ha sido retomada, ya sea en forma teórica o práctica, en distintos momentos de la historia, sobre todo durante la primera mitad del siglo veinte. Pero por motivos conocidos y desconocidos, incluyendo una estafa causada por agentes internos y externos, el proyecto siempre ha sido, en forma reiterada, apenas comenzado y abandonado en las proximidades de San Pedro Sula. Los mayores avances fueron realizados en la costa norte hondureña por las empresas bananeras, con algunos ofrecimientos vanos de penetración por el departamento de Olancho. Pero esos proyectos en marcha raras veces coincidieron con el proyecto del “Ferrocarril Nacional de Honduras”.
En este punto vale la pena recordar que los países que registraron durante el siglo diecinueve y comienzos del veinte un mayor desarrollo en materia de despegue económico o de emprendedurismo comercial, fueron aquellos que echaron a andar los proyectos ferrocarrileros de costa a costa, como en el caso de los Estados Unidos; o cuyos rieles y durmientes conectaron con las capitales del interior. En la misma América Central pudo observarse ese emprendedurismo; excepto en Honduras. Un argumento aparente en favor de las dificultades del ferrocarril nacional es la abrupta geografía hondureña, en donde predominan los bosques de montañas de considerable altitud. Pero el argumento resulta falso porque en algunos países europeos de accidentada geografía como Suiza, los trenes circularon y continúan circulando con normalidad.
Otro pretexto es que la modernidad y posmodernidad actuales, empujan en dirección al transporte en autobuses, camiones y aviones, abaratando los costos de producción, transporte y almacenaje. Pero tal afirmación es válida hasta cierto punto. La verdad es que los países desarrollados y altamente industrializados, continúan hoy en día utilizando el transporte ferrocarrilero, incluyendo el concepto del llamativo “tren bala”, que se desplaza a puro electromagnetismo, con velocidades vertiginosas pero seguras. Al final de la jornada los trenes súper-modernos abaratan los costos, en cantidad y calidad, de las mercancías y de las personas mismas, por el simple sentido común que una locomotora tiene capacidad de arrastrar, simultáneamente, muchísimos vagones cargados con todo tipo de cosas. En un solo tren pueden viajar millares de personas por distintos rumbos dentro de un solo país o continente, como en los casos de Europa, Rusia, Japón o de China Popular.
Así que Honduras continúa con su viejo sueño de un ferrocarril interoceánico que conecte el norte con el centro y el sur del país. De repente con algunos ramales para el oriente y el occidente, según sean las necesidades prácticas cuando el proyecto, que hasta ahora ha sido trunco, se convierta en una realidad concreta. El proyecto en nada contradeciría la necesidad de las carreteras súper-modernas del famoso “canal seco”. Más bien vendría a convertirse en un auxilio frente a otras urgencias de la población hondureña y del mercado nacional e internacional. Claro está que para que esto se convierta en realidad deben pasar muchos años de trabajo gradual pero sostenido, según sean las capacidades financieras del Estado de Honduras y del sector privado que debe coadyuvar en todos estos menesteres de capital importancia.
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