Serias preocupaciones

Serias preocupaciones

Por: Juan Ramón Martínez
Estoy preocupado por la discusión política, en algunos momentos inteligentes, especialmente cuando se hace desde lo jurídico. En la voz serena de Mercado, Gaitán, Maribel Espinoza, Lafosse y otros más. Pero en otras, se vuelve vulgar, chocarrera, infantil y perversa. Si antes discutíamos poco, en vista que no había tal proliferación de medios que interrogan o trasmiten pensamientos -equivocados o no, acertados e inteligentes; o verdaderas estupideces- ahora abusamos, confundiendo lo que interesa personalmente: quedar bien con el poder o con la oposición, contrario a lo que tiene que ver con el interés común, el bienestar de todos y la existencia de la nación. El egoísmo se ha vuelto tan natural, que entre los menos dotados moralmente, el ejercicio de la violencia en contra de los otros, es una fórmula para justificar su hombría y garantizar su existencia, su visibilidad, su existir como expresión de fuerza incontrolada.

Pero el egoísmo se da también entre los universitarios. Incluso entre los que se creen pensadores y orientadores del país -concepto impreciso y partido, porque lo deslindan los que, están conmigo; y los que están en mi contra- que hacen de los temas en discusión, una oportunidad para la descalificación del otro, transformando en reaccionarios los que no piensan como ellos, como es el caso de Marcio Mejía que renuncia a su talento, para ponerse al servicio de los que cree que van a ganar. Y que lo tomarán en cuenta para algún “encarguito”. Tal ejercicio sectario que, nos vuelve reaccionarios a unos -los que no estamos de acuerdo con él- y revolucionarios a los que le siguen en el esfuerzo de torcer la ley, comprometer la unidad del país y poner en peligro lo que hemos logrado, a paso lento, hasta ahora, simplemente es tonto y absurdo.

Pero no solo es la forma infantil de “reflexionar” la que me preocupa. También el irracional sistema de ordenar prioridades. Se privilegia la discusión de la reelección, la descalificación de casi todo el mundo para ser presidente de Honduras -cuando la Constitución no exige que el aspirante sepa leer y escribir, siquiera- por encima de los problemas fundamentales: el ingreso, el empleo, el bienestar, la democracia y la seguridad. Apenas se usan cifras, la mayoría poco confiables, en un espectáculo en que, confundimos lo particular con el todo. Pasando por alto, lo que piensa la gente -porque hay pensamiento popular inaudible para los intelectuales, que gozan viéndose en los cómplices espejos en que se engañan- que si provoca una prioridad muy clara: lo inmediato, lo que le da la oportunidad de comer, vivir y sobrevivir al crimen y a la inseguridad.

Me preocupa, la vocación de la diferenciación, no en función de contribución al bien común, sino por la pasión sectaria contra el otro; para usarlo; o para destruirlo. El sentido de fraternidad ha desaparecido, reducido a minúsculos grupos, cerrados a calicanto, defendiéndose de las embestidas de los enemigos y de los delincuentes que son, la misma cosa. El que no nos sintamos hermanos, el que busquemos imponernos sobre el otro, buscando falsos liderazgos basados no en los méritos sino en las posiciones de autoridad, es deprimente y penoso. Y mucho más, cuando como ratas hambrientas, nos hacemos daño unos a los otros. Como si la nave se hunde, entre menos haya para salvarla, mejor nos irá.

Veo hacia adelante. Y el horizonte es muy reducido para los que buscan mezquinos privilegios, posiciones o reconocimientos. Trato de defender el empleo, precario y débil algunas veces, la unidad del país, las forja de consensos y evitar la pérdida del tiempo en futilidades. O en la construcción de glorias que, no son más que fútiles ejercicios, porque, es la posteridad la que hace justicia. Me entristecen los egoísmos, incluso los disimulados, que los hay y bastante; y me duele la ignorancia de algunas autoridades que pierden el sentido del juicio histórico, en la creencia que los “patriarcas” son eternos. Que pueden “vender el mar”. Para terminar ridículamente encorvados, rodeados de guardianes que protegen sus inventadas glorias. Pero siempre, bajo la amenaza que sus adversarios, zopilotes rencorosos, harán carroña de sus cuerpos, torcidos por los años y mal olientes por el tiempo. Al final los gallinazos, se tomarán Casa Presidencial. Y se destruirá la nación. Como quieren algunos golosos.

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