ANTISISTEMA Y POPULISMO

ANTISISTEMA Y POPULISMO


Editorial La Tribuna

LOS movimientos antisistema vuelven a convertirse en fuerzas que irrumpen agresivamente en la vida pública de las naciones, embistiendo con violencia a las clases dirigentes tradicionales. No es un fenómeno nuevo. El populismo, tanto de izquierda como de derecha, ha inflamado el sentimiento popular en distintas épocas de la historia. A veces las rebeliones políticas son para bien y a veces para mal. La verbosidad es parecida.

Enciende las pasiones de grupos inconformes con el status quo, apela a la entrañada frustración de las personas, a la radicalidad de las masas que creen estar tan mal que no tienen nada que perder. El entarimado retórico consiste en defender el interés popular expoliado por las grandes corporaciones –nacionales e internacionales–, hablar por los pobres y la clase media maltratada por los ricos y famosos, por la nacionalidad y el nacionalismo contrario a los intereses especiales y a los grupos tradicionales de poder. Hay variantes en la intolerancia, en la forma de explotar fobias, arrebatos xenofóbicos o divisiones étnicas; usufructuando el caldo de odio que nace de las desigualdades.

Desagradable o seductor, solo hay que seguirle los pasos a los ciclos intempestivos del uso y abuso de poder desde la Rusia de los zares, destronados por la revolución leninista, la conformación de la Socialista Federativa Soviética, el gobierno bolchevique, la guerra civil, pasando por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el legado contagioso del materialismo histórico, la guerra fría, la desintegración del imperio, la caída del Muro de Berlín, hasta la Rusia de Putin en la actualidad. Igual, a mediados del siglo pasado, los norteamericanos todavía se mantenían divididos por diferencias raciales, la campaña populista de George Wallace en Alabama, o en el otro extremo del espectro, el populismo de “redistribución de la riqueza” de Huey Long de Luisiana; o bien la frustrada incursión de Ross Perot desafiando el bipartidismo. Pero también experimentaron la era populista y reformadora de Franklin D. Roosevelt, que junto a la dinámica de la segunda guerra mundial los sacó de la gran depresión, ubicándolos en la pista de despegue que los convertiría en uno de los “imperios” más poderosos e influyentes del mundo. No tan lejano, como para olvidar, el terrible impacto, en muertes y atrocidades, del populismo holocáustico que orilló a la humanidad al borde del sometimiento y a punto de perderse la libertad.

Más recientemente. El populismo conservador acaba de sacar a los ingleses de la Unión Europea. El Brexit bota al primer ministro y estremece Europa. Hunde la libra y empobrece a las clases más vulnerables que, irónicamente, fueron las que desafiaron la advertencia de los expertos y de su propio gobierno. La globalización divide la sociedad en ganadores y perdedores y estos últimos, votaron por retirarse del mercado europeo, esperanzados con ello salir de su incómoda situación. Ilusionados por las promesas populistas de empujadores que, una vez tomada la decisión, no muestran ruta clara de cómo salir de la encrucijada. La campaña política en los Estados Unidos tiene su alta dosis de recetas populistas en ambos partidos; más acentuado en el Republicano. En el hemisferio pregunten a los venezolanos cómo les va con la revolución populista del Siglo XXI. Y aquí en la vecindad, el sentimiento antisistema entregó a un humorista el timón de un gobierno bastante débil. En España los indignados fertilizaron el campo político a los movimientos antisistema que arremeten contra el bipartidismo. Llevan dos elecciones y siguen en el limbo. Con esa disgregación de fuerzas políticas conformar gobierno va a ser tarea cuesta arriba.

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