“PIRUJOS” Y CENTAVOS

“PIRUJOS” Y CENTAVOS


Editorial La Tribuna

LOS técnicos del sector público, en sus viajes al exterior es que sueltan la lengua sobre lo que les cuesta admitir localmente en sus entrevistas. Los presidentes de los bancos centrales de la región estuvieron en Punta Cana, en la celebración de las reuniones del Consejo Monetario Centroamericano.

Fue allá que desembucharon, luego de una minuciosa revista a los indicadores, “que las condiciones macroeconómicas siguen siendo favorables por la persistente caída de los precios del petróleo, tomando en cuenta que los países son importadores netos de carburantes”. O sea –vaya descubrimiento– como si no los hubiésemos repetido hasta la saciedad en este espacio editorial que –sin restar mérito a los esfuerzos internos– en su mayor parte han sido factores exógenos que han incidido en mejorar la macroeconomía. Entre ellos la debacle de los precios del crudo en los mercados internacionales. Otro hallazgo –aburridos de citarlo– es el beneficio derivado de la recuperación de los mercados norteamericanos.

El incremento de nuestras exportaciones se debe, en buena medida, a la reactivación de la economía estadounidense, ya que ese es el mayor mercado con el que comerciamos. Así como los mejores precios que el país obtiene por la producción de café depende tanto de la recuperación de los mercados que nos compran el producto como de las heladas que arruinan la cosecha de otros países productores. Descubrieron en Punta Cana que “el mayor flujo de inversión extranjera directa, turismo y remesas, ayudarán a compensar los efectos negativos provocados por el eventual ajuste al alza en las tasas de interés internacionales”. ¿Cuántas veces hemos ilustrado sobre la gigantesca aportación de las remesas familiares a la relativa estabilidad económica y monetaria del país? Algo más. Los compatriotas que emigran no solo auxilian con los $3,900 millones anuales de recursos frescos que recibe el país, sino que alimentan la ficción interna que las elevadas tasas de desocupación están mermando. La presión por encontrar empleo declina en el país en la medida que los nacionales dejan de buscar trabajos localmente, cuando se van a encontrarlos en otro lado. Lástima que no sea por la creación masiva de fuentes de trabajo, sino porque la gente desesperada se va a luchar por su vida a otros países. Estados Unidos es el destino de preferencia.

A propósito del Banco Central. Centavos hoy, centavitos más mañana, siguen devaluando la moneda. Saltaron la tranca de 23 lempiras por dólar y hasta ayer el cambio lo tenían a 23.0310 lempiras. Pero como en su ignorancia de los temas económicos, la gente no entiende cómo eso le afecta, cree que si no va a Estados Unidos a comprar, poco importa lo que cueste el dólar. Nadie le ha dicho que la devaluación hace más caro todo lo que se importa. Las medicinas, la gasolina, el crudo de la energía eléctrica, los alimentos, los insumos básicos, las materias primas. En fin todo lo importado que compra en las tiendas, en los almacenes, en los supermercados, en el comercio, que no se elabora localmente. La clase política que sería la llamada a debatir estos problemas nacionales que afligen al pueblo, entiende poco el fondo de los mismos, o no se interesa por los temas “pirujos”. Lo divertido, lo que llama la atención del auditorio, es el mismo insípido discurso superficial de la política sectaria. Los líos internos de cada grupo, los pleitos de los partidos, los ataques –adornados con los insultos de rigor–, los inventos para descalificar que deleitan en los “chats” y las redes sociales, los malabares del frívolo circo cotidiano.

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