La oposición
La oposición
Por Benjamín Santos
El poder es una fuerza expansiva que, igual que el agua, puede ser destructivo o constructivo. Ambos necesitan diques, retenciones y canales para que su fuerza no se desborde. En ninguno de ambos casos es fácil, pero en el caso del poder la situación es más difícil porque, al contrario del agua, no se puede ver ni tocar, no tiene una existencia física y apenas pueden sentirse sus efectos cuando el policía de Tránsito nos detiene en nuestra ruta, cuando el juez dicta una sentencia, cuando el Congreso emite una ley o cuando la administración pública nos cobra un impuesto o nos obliga a llenar ciertos requisitos para que un acto que nos interesa sea jurídicamente válido. El poder está presente en toda relación social donde hay quien mande y quién está obligado a obedecer, pero el poder político es el más complejo, porque admite y permite que unos pocos conviertan a toda la sociedad en objeto de sus mandatos y por lo mismo se llama político, porque se ejerce sobre toda la polis, es decir la sociedad en general.
La creación de las instituciones políticas y su organización en sistemas han permitido que ya no sea la voluntad del mandamás la que se imponga por sí misma, que las órdenes ya no sean simple y llanamente el capricho de quien manda, sino que deben llenar ciertos requisitos para que sean válidas. Con la Revolución Francesa se inicia el estado de derecho que se caracteriza por el imperio de la ley sobre gobernantes y gobernados, la separación de poderes que conduce a los controles interorgánicos, el respeto a los derechos humanos y el principio de legalidad en todos los actos de la administración pública. Si falta en las normas o en la práctica cualquiera de esos elementos el estado ya no es de derecho. Pero para que eso no ocurra, un estado democrático de derecho necesita que exista una oposición organizada y activa, porque todo poder debe ser sometido a controles que están incorporados en el sistema, pero que no funcionan si no hay una fuerza o un conjunto coordinado de fuerzas que pongan límites a los abusos a que tiende el poder con su fuerza expansiva. No hay que olvidar que el poder transforma a quien lo ejerce: de humilde en soberbio, de consciente de sus limitaciones en todopoderoso.
La oposición es tanto más necesaria cuanto más incómoda se vuelva para quienes ejercen el poder. Por eso en la cultura anglosajona se le llama su majestad la oposición. Cada sistema político tiene sus propias formas de poner límites al poder: la duración del mandato, las funciones de los órganos centrales de gobierno y su interrelación, los mecanismos de participación popular, el papel de los partidos políticos, la cultura política del pueblo, etc. Pero esos límites no funcionan si no existe una oposición organizada y consciente de su responsabilidad, que sea una oposición dentro del sistema y no antisistema, es decir que sus actuaciones tiendan a fortalecer el sistema político y no a destruirlo en cuyo caso caería en la subversión. Ese equilibrio no es fácil a ninguna oposición. Tampoco hay que confundir la oposición en nuestros sistemas presidenciales con la que se hace en los sistemas parlamentarios europeos. En estos últimos no se puede constituir ni mantener un gobierno sin el apoyo de la mayoría parlamentaria, pero entre nosotros los diputados y el presidente son electos en forma separada de manera que si el mandatario no tiene mayoría en el Congreso no corre el riesgo de ser sustituido. El papel de la oposición en ambos sistemas es diferente.
¿Cómo ocurren las cosas entre nosotros? Pues en nuestro sistema, que es una democracia presidencialista, (aunque algunos políticos tienden comparar sus instituciones con el parlamentarismo europeo cuando les conviene) la oposición se divide entre quienes son incondicionales al gobierno por cruce de intereses y quienes quieren hacer una oposición antisistema, por lo tanto no existe oposición ni cultura de oposición. La consecuencia es que la fuerza expansiva del poder por su propia naturaleza y de quienes lo ejercen (no me refiero solo al actual gobierno), queda libre de todo dique, muro, cauce o cuneta. La oposición reacciona cuando ya tiene los pantalones en los tobillos y queda poco por hacer, porque unos coinciden con el gobierno y otros están en contra de todo. ¡Sean serios!
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