Políticos fracasados enfermando la mente del pueblo
Políticos fracasados enfermando la mente del pueblo
Por Boris Zelaya Rubí
“Cuando el imitador fracasa en su intento de igualar o exceder al líder, recurre al desprecio y trata de destruir, pero eso solo confirma, una vez más, la superioridad de aquel a quien pretende suplantar. No hay nada nuevo en todo esto; que es tan antiguo como el mundo mismo y tan viejo como las pasiones humanas: envidia, miedo, avaricia, ambición y el deseo de sobrepasar a los demás. Pero nada de eso sirve para destruir al líder. Cuando se es líder, se sigue siéndolo en todo caso a pesar de todo”.
Cuando pretenden alcanzar el poder hombres que no están dispuestos a servir al pueblo, dedicándose al bienestar propio y de su familia, poco a poco, los pobres van perdiendo la fe en esos politicuchos y hasta en la creencia de que Dios proveerá. Buscan el sustento de cualquier forma y a costa de lo que sea, asesinando y arrebatándole el poco dinero que se han ganado otros ciudadanos.
Los discursos de los integrantes de los partidos políticos, en especial de los que no tienen ni la mínima oportunidad de llegar al poder, son incendiarios; hablan de todo, por todo y para todo. Insisten en que harán cambios, pero no dicen hacia dónde, no saben con qué van a sustituir el sistema. Como les falta tiempo, se apresuran, corren, se ponen nerviosos, se sobreexcitan o se descorazonan y al final, se vuelven intolerables y difícilmente aceptan su fracaso.
En su desesperación ofrecen hasta lo inimaginable, llegando a confundir al pueblo que sueña con mejores oportunidades para una vida digna, y que el poder deje de convertirse en el “botín de guerra” para los dirigentes y el nepotismo salvaje, incluyendo amantes, comprando con el dinero del pueblo, caballos, burros y motocicletas de lujo. Algunos en el pasado llegaron a arrendar pisos completos de hoteles, para convertirlos en su harén particular, como si fueran grandes sultanes, dejando el gobierno en manos de sus consejeros, que no pasaron de ser revolucionarios frustrados y una que otra dama, que parecían caricaturas de la famosa guerrillera cubana Celia Sánchez.
La estrategia “novedosa” de los partidos políticos, bajo la dirección de “jefes”, que más parecen mafiosos planeando asaltos, desorienta a sus prosélitos porque frecuentemente cambian de tácticas. Se sienten burlados y no saben (con tantas alianzas), quiénes son sus adversarios, por la inmadurez de algunos y las ambiciones de otros, que al final de cuentas, solo sirven de relleno para mantenerse en vigencia, satisfaciendo sus egos, haciendo sentir a sus simpatizantes como marionetas, ocasionando que odien la política y sus dirigentes, logrando como único resultado miles de abstenciones en las futuras elecciones.
Como dice uno de los hombres de confianza del Presidente, el déficit sigue, pero no podemos continuar cargando de impuestos al pueblo. Los descalabros económicos heredados por gobiernos que nunca supieron lo que era la austeridad y al contrario sacaban el dinero hasta en carretillas, y miles de saqueos más, ha hecho que el pueblo desconfíe de la clase política, por sus equivocadas decisiones en beneficio del pueblo o mejor dicho de los más necesitados, algunos políticos lograron usar en su debido momento sus trajes de lobos y ovejas demostrando que no llegaron hasta allí por ingenuos o tontos.
Por el momento el único partido graníticamente unido es el Partido Nacional, con un líder indiscutible y triunfador, pero si por alguna razón de esas que la mente humana no alcanza a predecir, nos llegara a faltar ¿quién lo sustituiría? ¿Sería un “dálmata”, como les dicen a los que tienen tantas manchas por corruptos en su andar político? ¡Iríamos directo al fracaso! Todos los cachurecos queremos que el Partido Nacional continúe en el poder, pero el triunfalismo es mal consejero, no hay que bajar la guardia, nuestros politiqueros son capaces de cualquier cosa, antes de abandonar sus ambiciones.
A propósito del nepotismo salvaje, les contamos la siguiente anécdota: Hace algunos años, un funcionario público, se quejaba con un jefe de Estado, porque estaba siendo presionado por un par de parientes suyos, que acostumbraban a cometer actos de corrupción, aprovechándose de los nexos familiares con el gobernante, para hacer negocios con el Estado. El mandatario le respondió al quejoso: no se te olvide que son mis familiares y son ¡mi cruz! Dos días después, el burócrata fue despedido de su cargo.
De rodillas solo para orar a Dios.
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