OTRA TORMENTA

OTRA TORMENTA


Editorial La Tribuna

APACIGUADO el torbellino en la UNAH, aunque el auditorio siga divagado en el vendaval político, de marchas y hostilidades, lo prudente es que no dejen que esa tormenta que viene los agarre con los calzones en la mano. Un disturbio tropical situado a unos cientos de kilómetros del cabo de Gracias a Dios, se estaría convirtiendo en la tormenta tropical Earl, provocando fuertes vientos, aguaceros torrenciales e inundaciones en el territorio nacional. Siete departamentos, Gracias a Dios, Colón, Olancho, Yoro, Atlántida, Islas de la Bahía y Cortés ya están en estado de alerta amarilla, mientras los otros se mantienen en alerta verde. La tormenta podría estacionarse el viernes en la costa atlántica de Honduras ocasionando inundaciones. Se ha puesto en marcha el Sistema de Alerta Temprana, instruyendo a los comités de emergencia y a los cuerpos de respuesta activar sus planes de preparación.

La Casa de Gobierno, unas semanas atrás, en cadena nacional, anticipó que debido al cambio climático y a los efectos del fenómeno de La Niña, que estaría desplazando al de El Niño, “el país estaría expuesto a una temporada de huracanes bastante activa, con alrededor de 12 tormentas tropicales, de las cuales siete podrían convertirse en huracanes; dos de ellos potencialmente muy fuertes y destructivos”. “Earl se mueve hacia el oeste a 35 km por hora, con vientos máximos sostenidos de 77 km por hora, informó el Centro Nacional de Huracanes (NHC, en inglés), con sede en Miami”. “El centro de Earl se estará desplazando muy cerca del norte de la costa de Honduras en la noche del martes y durante el miércoles, y alcanzará Belice y la península de Yucatán en la noche del miércoles donde tiene la posibilidad de convertirse en huracán”. “La tormenta tiene la capacidad de producir lluvias con acumulaciones de 20 a 30 cm y hasta 40 cm en algunas zonas de Belice, Honduras, Guatemala y Yucatán, causando inundaciones y deslaves que representan una amenaza a la vida”. “También se formarán marejadas que elevarán el nivel del mar entre 60 y 120 cm por encima de lo normal en esta área”.

Recordando aquel destructivo desastre natural en 1998, que desintegró la geografía nacional como si se tratara de un frágil rompecabezas, el llamado es que debemos estar preparados para los peores escenarios. Es necesario tomar las medidas de prevención y actuar con cautela. Sobre todo aquellos que viven en comunidades de conocida fragilidad, en los cordones de miseria situados en la periferia de la ciudad, en los bordes de los ríos y quebradas y demás zonas vulnerables. En la capital, la obligada labor de limpieza en los mercados puede evitar fatalidades. La gente cochina que tira sus desperdicios a las calles, como si la ciudad fuera su basurero particular, debe avergonzarse de esa falta de cultura. Pero más que eso –porque lo penco queda impune cuando no hay autoridad que vigile y que sancione– tener más consideración a los demás. Mostrar menos desprecio del lugar donde vive. Con esos drenajes y tragantes atascados, cada vez que llueve tupido la capital se inunda como azotada por una tempestad. Así que alístense ya que esta temporada de diluvios no debe agarrar a nadie con la boca abierta.

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