Traición

Traición

Por Armando Cerrato

La traición es una de las acciones delictivas más deleznables del ser humano al tratar de romper un paradigma para su única satisfacción, más si se da al manifestar ignominiosamente sus antivalores, adoptando una conducta narcisista, autócrata, absolutista, nepótica, mitómana, corrupta, megalómana, hipócrita, egoísta e intransigente.

Por ello, la palabra traición tiene varias acepciones, siendo unas de las más conocidas las siguientes: “falta que comete una persona que no es fiel y no es firme en sus afectos o ideas o no cumple su palabra”.

Se considera alta traición: “el delito que comete una persona cuando atenta contra la soberanía, la seguridad o la independencia del estado al que pertenece”.

Traición es también: “violación de la integridad debida, por lo que en estricta doctrina del derecho se define como “delito que se comete contra la patria o el estado”.

Como el estado en su definición más simple es la nación políticamente organizada, y sus elementos principales son territorio, población y gobierno, de los cuales el primero es permanente e irreductible, el segundo está en constante crecimiento y el tercero es temporal.

Todos los estados rigen la convivencia en su territorio de determinada población y corrientes migratorias mediante una constitución, aún en aquellos considerados totalitarios o de raíces religiosas, porque sin Carta Magna, la administración pública o bienes del estado encargada al gobierno, no sería posible debido al caos creado al no haber un ordenamiento jurídico proveniente de una norma primaria.

A raíz de la independencia de Centroamérica de España el 15 de septiembre de 1821 y posteriormente de México el 23 de julio de 1823, la nación hondureña, asentada en el centro de América, decide adoptar su vida institucional bajo el régimen de República, libre, soberana e independiente y organiza su gobierno en base a una Constitución Política en 1825.

Con el avance del tiempo y acorde al desarrollo de la democracia los políticos hondureños fueron creando constituciones a su leal saber y entender y siempre favoreciendo sus intereses individuales y grupales en el más estricto sentido clasista y político.

Por ello, la historia nos dice que hubo nuevas constituciones en 1831, 1839, 1849, 1865, 1875, 1880, 1894, 1904, 1924, 1936, 1957,1965 y1982 aún en vigencia aunque trastocada a más no poder debido a violaciones constantes y reformas absurdas promovidas por los diputados de los gobiernos de turno pese a su juramento de ser fieles a la República, cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes.

El último domingo de noviembre de este año, el 195 de vida independiente y 191 de republicana, posiblemente los hondureños cumplamos con el deber de escoger un nuevo mandatario en una elección general muy sui generis donde por primera vez y producto de una violación sistemática de la Constitución, se reelija un presidente de la República.

Y habló de probabilidades porque dentro de las que están en juego también puede darse el caso de que en acto de madurez ciudadana y en base a un análisis formal y concreto de los actos del gobernante aspirante a seguir en el poder el pueblo utilice su voto como medio de castigo y lo deposite en favor de cualquier opositor que haya despertado con novedosas propuestas de gobierno, solución a sus problemas más ingentes.

Dadas las condiciones prevalecientes en el ámbito político de oposición, casi se descarta a estas alturas una alianza partidaria que derrote al oficialismo que tiene control administrativo, judicial, electoral, militar y carece de escrúpulos desarrollando el populismo y el paternalismo entre la masa votante sumamente empobrecida fácil de llevarla a sufragar por el escogido en el poder a cambio de transporte, una bolsa de comestibles, cincuenta lempiras en efectivo y la promesa de una futura vida mejor.

La no congruencia de los intereses de la oposición es alimentada constante y continuadamente desde las esferas gubernamentales que aplican la doctrina de lo que no convenzo lo compro. Lo desprestigio, lo chantajeo, lo corrompo y en última instancia lo hago desaparecer.

Tan es así, que un grupo de diputados entre los que hay expresidentes del Congreso, la Corte Suprema de Justicia, la decanatura de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, la rectoría de la Universidad y presidencia del Colegio de Abogados, pidieron a la Sala de lo Constitucional previamente renovada a favor del partido en el gobierno, el Nacional, declarar inconstitucional un artículo de la Carta Magna vigente (la de 1982) bajo la cual actuaron 34 años, porque prohibía a los funcionarios públicos el hablar de reelección presidencial calificando tal actuar de traición a la patria.

Los magistrados de la Sala (5) fallaron declarando inconstitucional el artículo de la Carta Magna, luego fueron sustituidos y los nuevos ratificaron el fallo declarando el asunto cosa juzgada pese a la multitud de recursos pidiéndoles una honrosa rectificación, ya que, con su actuar estaban usurpando funciones del Congreso único ente capaz constitucionalmente de interpretar y modificar la Constitución siguiendo las normas establecidas en ella para ese fin, y que no es más que el resultado de un plebiscito que los diputados del partido en el poder lograron no se realizara al no conseguirse la mayoría calificada de votos a favor (86) ya que la oposición unida solo llega a 80 y en casos verdaderamente extraordinarios.

El artífice de toda esta maquiavélica trama, es el actual Presidente de la República, Juan Orlando Hernández Alvarado, un abogado de 46 años de formación básica militar, hijo de terratenientes y estudios de postgrado en los Estados Unidos de América, a quien no asusta el calificativo de traidor a la patria pues se considera su redentor.

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