El candidato

El candidato

Se despejó la duda. El candidato del PN será “El Hombre”. Sus razones las explicó ampliamente en una entrevista que ofreciera recientemente al periodista Renato Álvarez, en su programa Frente a Frente.

De las que ofreció, ninguna es, ni siquiera, razonablemente aceptable. Cuando le preguntó sobre el principio de la alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia, el Presidente pretendió confundir a la audiencia diciendo que la alternancia es en el poder, no en la Presidencia. Una interpretación retorcida, ciertamente. Ante la tormenta de cuestionamientos a su candidatura en las redes, respondió que él era el único capaz de sacar adelante a Honduras, convencido de que su candidatura viene de la mano de Dios.

Cuando un televidente lo increpó a señalar el artículo constitucional que permite la reelección, contestó que su aspiración a ser de nuevo Presidente es un derecho humano, protegido por el sistema interamericano de derechos humanos. ¡Derecho humano a ser Presidente nuevamente! Reconocido solamente a los expresidentes hondureños vivos. ¡La humanidad reducida a seis personas!

Apeló a las prácticas democráticas para exigir la regulación de la reelección, pero lució confundido cuando un televidente le preguntó por qué no sometió a plebiscito la reelección, para luego responder que a plebiscito debe someterse la regulación de la reelección, no la reelección, cuya vigencia la reconocen varias sentencias proferidas por la Sala Constitucional, la que, a su juicio, es muy superior al pueblo hondureño, puesto que le reconoce la potestad de reformar y derogar la Constitución.

Entre sus logros destacó las extradiciones. Como si no supiéramos que son consecuencia de la presión del gobierno de Estados Unidos. Pero lo más curioso es que enfatizó en unas supuestas “buenas prácticas” para contratar y ejecutar los proyectos, que provocan admiración en otros países cuyos gobiernos le han manifestado su deseo de emularlas. Es obvio, sin embargo, que, justamente, por ausencia de “buenas prácticas” fuimos excluidos de la Cuenta del Milenio.

Nada dijo, sin embargo, sobre si su gobierno tenía alguna estrategia para enfrentar las consecuencias de las medidas que dictará Trump. Qué hará si se incrementan las deportaciones, se disminuye el flujo de las remesas y se complican nuestras exportaciones hacia Estados Unidos por eventuales cargas tributarias a las importaciones en ese país, medidas anunciadas en su campaña por el nuevo Presidente de los gringos. Temas que debían estar en la agenda de un verdadero estadista, preocupado por su pueblo no por la reelección, que solo a él favorece.

Esa entrevista dejó claro quién es el señor Presidente. Su autoritarismo, su inclinación a violar la Constitución y, especialmente, su convicción de que Dios, en el momento de la creación, decidió, mientras creaba el universo y todo lo conocido, asignarle la misión de ser Presidente por más de un período para la salvación de los hondureños; en otras palabras, por qué no debe ser nuevamente Presidente. Esta es la tarea de la oposición.

Desafortunadamente, los partidos, además de debilitados, exhiben, especialmente los nuevos, una visión tan corta, como esa de negociar con el PN chambas para sus parciales, no en cualquier organismo, sino en el que supuestamente debe ser el más profesional y técnico de todos, para evitar la corrupción, como es el TSC. Y decían que pretendían refundar Honduras. Cómo pretenden hacerlo si recurren a las mismas prácticas que aplican los partidos tradicionales para perpetuar la impunidad.

Bajo la advocación de Dios proclama su candidatura el Presidente. No es Dios, ¡por Dios! (hasta pecado debe ser invocar a Dios en semejante despropósito), el que está de su lado, sino la violación a la Constitución, perpetrada por las instituciones llamadas a defenderla y la complicidad de los que en el 2009 se rasgaban las vestiduras por una cuarta urna, y hoy levantan alegremente la pira funeraria en la que intentan reducir a cenizas la Constitución.

Pretender que el nuevo gobierno se fundamente en la violación a la Constitución, con posiciones mesiánicas, actitudes autoritarias y alegando que es un mandato divino, es un mal comienzo, el peor, quizá, para una candidatura.

La oposición tiene la palabra y la acción las entidades obligadas a defender “el principio de la alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia”.

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