Dañinos padres de la patria

Dañinos padres de la patria

Por Armando Cerrato

Denominados padres y madres de la patria, diputados y diputadas de todas las tendencias políticas en el Congreso Nacional, en defensa de sus intereses individuales y partidarios se han convertido en el sector más dañino de la comunidad nacional.

Nacionalistas, libres, liberales, pacsistas, democristianos, pinuistas, udeístas. Independientes, desertores, faperistas, aliancistas, vamosistas y simpatizantes de partidos emergentes, solo han engendrado en las diversas legislaturas leyes que lejos de normar una convivencia social armónica y pasiva fomentan groseramente la descomposición.

Lo peor es que cuando fueron propuestos a consideración de la voluntad popular, la cúpula de los partidos que los apadrinan los presentaron como la crema y nata de lo mejor de su militancia, líderes de temple e inclaudicables buscadores del bien común, verdaderos transformadores sociales, incorruptibles, moralistas y sobre todo defensores de las libertades públicas.

Por dañinos estos padres y madres de la patria (¿?) que han hecho del usufructo de una curul su modus vivendi, deben ser castigados con su no reelección en dado caso que las cúpulas de sus partidos les permitan volverse a proponer.

Los electores deben tomar en cuenta que al seguir con los mismos, los resultados serán los mismos y hasta ahora el trabajo legislativo deja mucho que desear, pues los diputados lejos de pensar en el bienestar popular, dedican su tiempo a garantizar de una u otra forma su propia supervivencia y la de los entes que los patrocinan y en ver la forma de hundir en el ostracismo o desaparecer de la liza política a sus contendientes de otras tendencias.

Son 128 propietarios e igual número de suplentes y de todos no se hace uno tan solo que valga la pena reelegir, porque al ponderar su trabajo legislativo la balanza se inclina hacia lo negativo, lo absurdo y lo malévolo porque para ellos y ellas el fin justifica los medios sin importar que los mismos dañen los intereses de ocho millones de compatriotas más.

Nuestros diputados lejos de defender los intereses populares, los conculcan o los minimizan de forma tal que la ciudadanía se ve obligada a renunciar a todo tipo de valores en su lucha por sobrevivir en un ambiente negativo donde las oportunidades de un trabajo son tan limitadas que hasta profesionales universitarios se ven obligados a delinquir.

Para nuestros legisladores, el techo, el trabajo y la tortilla no son prioridades que hay que tratar de brindar a la población que acude a las urnas con la esperanza de que alguno de los políticos saque en realidad una pizca del estadista que en las promociones de campaña aseguraron ser.

Son en términos reales 256 bestias políticas tan enamoradas del poder que muchos y muchas esperan saltar de la curul del Congreso a la Presidencia de la República o al menos a un ministerio, una alcaldía, aún sin ninguna posibilidad de éxito total, pero siempre buscando una cuota figurativa para seguir dando la sensación de liderazgo en la respectiva comunidad.

Todos y todas juraron cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes vigentes y las que van creando según se va desarrollando su labor legislativa, pero sus intereses personales y de grupo partidario les convierte en los principales violadores de la Carta Magna y por tanto de todo el estamento jurídico nacional.

Para ellos y ellas la filosofía, la doctrina, la ideología, la idiosincrasia, y la dirección estatutaria de los entes políticos que les permitieron acceder a una curul, son como papel higiénico con el se limpian todos los días la inmundicia pestilente provocada abundantemente por su indignidad, inmoralidad, y ambición desmedida.

Son tan cínicos que justifican y aplauden la inutilidad manifiesta de funcionarios de otros poderes del Estado que de cuando en vez son llamados al hemiciclo más por demagogia que por ansias de obtener una explicación a su ineficacia y otras desviaciones en su constante falta a los deberes de los funcionarios que les hace pasar por sobre la ley.

Lo peor es que en el horizonte político nacional no se vislumbra un cambio, y todos y todas con la cabeza naja toman el sendero que se les marca desde la Presidencia de la República, desde que se les brinda mes a mes y de los que no dan liquidación alguna al pueblo que es al final el que paga sus sueldos y emolumentos por un dañino actuar.

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